Varea pasó sin pena ni gloria por Sevilla. No hubo suerte. Ni los novillos ayudaron ni el torero encontró la inspiración a orillas del Guadalquivir. Una pena.

Todo apuntaba una tarde de cante grande, pues el toreo sentido del de Almassora está hecho para el paladar de una afición exquisita como la sevillana. La falta de chispa, empuje o transmisión de los novillos se interpuso en tales objetivos. Varea acabó contagiándose del ambiente y aunque se mostró aseado y solvente, no llegó a despertar ese típico “quejío” del olé sevillano.

Su primero fue un novillo que se movió pero sin transmisión, con poco recorrido en el trazo del muletazo y falto de emoción. Voluntarioso y dispuesto estuvo Varea, que dejó algunos momentos estimables pero sin acabar de redondear. Mejor con el capote, donde veroniqueó con estilo y soltura al precioso jabonero. Finalizó de estocada y fue silenciado.

Su segundo y último de la tarde fue un novillo manejable pero al que le faltó recorrido y empuje. Varea volvió a mostrarse con oficio, pero sin que su faena acabase de tomar el vuelo necesario. Mató de una estocada tras un pinchazo. Con este novillo se desmonteró su banderillero Montoliu en banderillas.

Lo mejor de la tarde llegó con Ginés Marín, que le cortó una oreja al quinto, el mejor novillo de la tarde, que tuvo transmisión y con el que el jerezano estuvo realmente a muy buen nivel. También con su primero dejó buen sabor de boca. Por su parte, el francés clemente tampoco tuvo su tarde. H