La carne de conejo era consumida en la Prehistoria en Europa, principalmente en Francia y Bélgica. En la Edad Media se empezó a domesticar y a comercializar.

Existen muchas razas, pero las diferencias más notables se encuentran entre el conejo de monte y el de granja. Los que se crían en granjas tienen más grasa que los que viven en libertad. Su carne es de color rosáceo claro y su textura tierna se endurece al aumentar la edad. Se cría más rápidamente y son de sabor suave. Los de monte son más ligeros y finos que los de granja. Su carne es más dura, más potente en el paladar, de color rojizo y con menos grasa que los domésticos.

La carne de conejo es blanca, magra, rica en proteínas y se caracteriza por su bajo contenido en grasa. Destaca su bajo nivel de colesterol, inferior a del pollo, ternera o cerdo. Es una fuente importante de minerales y vitaminas, de bajo contenido en sodio, su carnes es cardiosaludable y fácil de digerir. Por ello, se debe incluir la carne de conejo de forma habitual en la dieta. Y es que es ideal para todas las edades y está recomendada para deportistas por su contenido en proteínas.

Los acompañantes // Las hierbas aromáticas, especies, ajos, brandi y vino blanco son acompañantes habituales en la mayoría de preparaciones. Cocinado con algunos ingredientes de los mencionados convertiremos estos platos en ideales para hipertensos y dietas de adelgazamiento. En nuestro recetario local está presente en infinidad de preparaciones. Ingrediente habitual de la paella, tombet, a la brasa, al horno gratinado con allioli, al ajillo, con setas y trufa, es siempre una auténtica delicia.

En los mercados municipales, el conejo se puede encontrar entero, desprovisto de las vísceras, totalmente limpio e, incluso, ya adecuadamente despiezado.