Quién no ha comido nunca una hamburguesa? Este tipo de alimento nace por la necesidad de aprovechar las carnes que no valen para filetes. Así, los cortes menos nobles o también de segunda, pero de buena calidad, se pican finamente y se les da la forma deseada.

El origen de las hamburguesas se remonta a las tribus mongoles y turcas, ya que fueron las primeras en incorpóralas a su gastronomía. Ya en el siglo XIV se picaba en tiras la carne de más baja calidad, difícil de comer y de masticar. Asimismo, la receta de la carne picada llegó a Alemania por los tártaros de Rusia (steak tartar), pues ellos comían la carne cruda, picada finamente y condimentada con varias especies.

La hamburguesa ideal es la elaborada con puntas de lomo alto de ternera o vaca. A esta última, más potente de sabor, se le suele añadir algo de grasa para que no resulte seca, pero también se puede sustituir por aceite de oliva o agregar diferentes tipos de verduras para que quede jugosa. No obstante, se puede elaborar con otras carnes, como el pollo, el pavo, el cerdo, el caballo o, incluso, la mezcla de varias de ellas.

La mejor elaboración // Una buena hamburguesa es la que se prepara dentro de un pan de chapata o barra rústica, junto con un poco de lechuga, cebolla ligeramente asada y nuestra salsa favorita, es recomendable una mayonesa con un toque de mostaza o el tradicional allioli. Todo ello, lejos de los panes blandengues y dulces que nos han impuesto las multinacionales de la comida rápida. Unas variantes de esta clásica preparación son el filete ruso o las albóndigas, o, incluso, de una forma más local, nuestras afamadas pelotas de navidad. Lo ideal es adquirir la hamburguesa en las carnicerías de los mercados de la provincia, que la elaboran delante del cliente.