Cosecha del 69, Francesc Garrido es un actor bien conocido en la escena teatral catalana. Debutó ya en la tele en 1996, en la ‘Estació d'enllaç’ de TV-3, y en el cine, poco después, en ‘La ciudad de los prodigios’ y la premiada ‘Smoking Room’. En la pequeña pantalla ha participado en series como ‘Gran Reserva’, ‘El tiempo entre costuras’ e ‘Isabel’, pero es ahora cuando le ha llegado su gran oportunidad al protagonizar ‘Sé quién eres’, la cuidada producción de Pau Freixas, que Tele 5 emite la noche de los lunes (22.40 horas). En ella, interpreta al abogado amnésico Juan Elías, acusado de la desaparición de una joven que viajaba con él.

Perdone la broma, pero a estas alturas de la serie, ¿sabe quién es? No. No tengo ni p… idea [y ríe].

Usted entró en la serie porque el actor inicialmente previsto, Lluís Homar, no fue contratado… Cómo se lo propusieron? Bueno, pues como siempre te llegan estas historias. Alguien te llama por teléfono y te dice que los de Tele 5 te han propuesto para esta serie. ¿Te vienes a hacer el casting? Son siete u ocho actores. Pues claro, cómo no voy a venir. Soy actor. Me apetece currar. Si te parece de lejos que puede ser un buen proyecto, pues vas, haces la prueba y resulta que les gusta a quienes les tiene que gustar. Que eran varios en este caso: Pau Freixas, Tele 5… Por eso este tipo está aquí ahora respondiendo estas preguntas. Pero como todo en la vida, esto es un accidente. Todo. Los papeles vienen sin saber por qué. Los haces bien y la cosa no funciona. Los haces mal y tienes un éxito…

¿Había interpretado antes un personaje con una dualidad como la de Juan Elías? No. Y es divertido. Y excitante. No es más complicado que otros personajes. Interpretar es difícil, siempre. Y cuando estás en una serie como esta, has de estar muy centrado. Pero es lo mismo que si haces teatro. Sales y has de defender un personaje como enorme para que la gente vaya detrás de ti. La dificultad está en todos lados, y es excitante, mucho. Por la ambigüedad, por la contradicción, por la verdad y mentira, por las dos caras, por Pau Freixas, que te lleva una y otra vez a un lugar de inestabilidad, de poco confort, de poca comodidad. Y eso para un actor es genial, siempre que te quiera el director. Porque si te pone en ese lugar y luego no te cuida, es una putada. Pero como te quiere y te cuida. No estar cómodo, para un actor, es un buen lugar para trabajar.

¿Cómo ha trabajado el personaje de un abogado y, además, amnésico? Uno siempre hace sus pesquisas. Tengo algunos colegas abogados y ya trabajé un papel así para ‘Mar adentro’, así que he vuelto al mismo amigo para preguntar cómo iba el tema. Y sí, claro que he mirado el tema de los amnésicos, de los shocks postraumáticos y blablablá… pero al fin y al cabo, es ir más allá, porque es un personaje que está muy ficcionado. Como en las series americanas, que no he visto ni una, sí, pero lo hacen muy bien. De repente tienen un tipo que es un asesino y vende anfetaminas. Convierten algo bizarro y raro en algo que mola. ¡Pam! Es más un juego de ficción. Como puede serlo Hamlet. ¿Cómo lo haces? Lo estudias, lo haces y al final tienes un resultado.

Evidentemente, su papel tiene algo de antihéroe… Desde luego. Absolutamente. Como decía, no he visto muchas series americanas, pero mis amigos dicen que todos los protagonistas son antihéroes. Es como si hubiéramos decidido que lo malo es lo que mola. Lo guai es lo oscuro, lo dual… porque todos ellos tienen unas razones vitales para salir adelante. Unas necesidades. En efecto, Juan Elías es un antihéroe, un tipo sin memoria que lucha por saber quién es y por recordar su vida al tiempo que se enfrenta a cada uno de los otros personajes que tiene delante, empezando por su mujer y sus hijos, sus amigos y enemigos. ¿Quién dice la verdad? ¿Por qué intentan meterme el paquete de lo que ha pasado? Y sin fiarse de todos ellos, él ha de reconstruir su propia verdad, su día a día. Quién de estos me engaña y quién no, en quien creo y en quien no… Y yo, lo construyo como piezas: dónde está ahora para poder volver al pasado y averiguar qué ha ocurrido.

O sea, que hacer ese personaje era casi un acto de fe, ya que ustedes no tenían el guion completo… Siempre es un acto de fe, y en este caso, doble, porque nos iban dando el guion a cachos. Me encuentro con un personaje que es amnésico y, yo, como actor, con un guion al que le faltan piezas. Por delante no sabe nada y por detrás, tampoco. Y le pregunte a Pau Freixas: ¿qué, tío, día a día, escena a escena? En efecto, escena a escena, me dijo.

Pero en su caso, el personaje que interpreta, sí que sabe si es o no culpable, juega con ventaja… ¡Desde luego! Esa es la gracia del personaje. Que ante la opinión pública de la ficción, él ya ha utilizado varias veces la excusa de la amnesia en varios casos que ha defendido como abogado. Claro que él sabe la verdad, pero defiende que está amnésico. Y nadie le cree, aunque él lo defiende y le hacen una prueba.

Y los demás actores, ¿lo saben? Nooo. Esa es la gracia. En los primeros capítulos ni yo sabía nada. Hasta el capítulo cinco o seis no se desvelará algo de lo que pasa.

Quizá lo excitante, que decía antes, es porque este es un papel de protagonista. No, no. Todos los papeles son excitantes. Para mí lo ha sido siempre. Cuando he hecho papeles menores y cuando he hecho un protagonista en alguna película o en teatro, básicamente. A mí todavía me excita jugar al rollo este, coger el personaje que te ha caído y pensar cómo te lo montas. Cómo le das vida a esto, cómo miras a una mujer, qué relación tendrás con ella, cómo miras a un amigo… Lo que le hace más aceptable a este personaje es esta especie de no saber, precisamente, que le pone como una moto.

¿Cree usted que este trabajo le puede abrir más puertas, sobre todo en televisión? Yo no me creo nada, de verdad. No me creo la televisión, no me creo los éxitos. Solo me creo estar ahora, aquí, explicando mis sensaciones, que van a tope. Y sí, claro, que una serie como esta, si funciona, te coloca a un nivel de mayor popularidad, de posibles trabajos. Pero yo siempre he trabajado en cosas chulas, cosas que me han llegado y otras que me he currado yo o con mi grupo de teatro.

¿Significa esto que la tele no le gusta? No quiero decir eso, sino que no me creo nada. Ni el teatro. Ah… si estás haciendo Hamlet! Nada. Es igual. Tienes que aprenderte el texto, entenderlo, asumirlo y expulsarlo una noche en la platea delante de no sé cuanta gente. Y si al acabar la gente aplaude al unísono, dices, guau, la metí, si no, mal. Y todo lo que va por delante, las hipótesis, estas cosas ni me gustan ni me las creo.

Creo en el trabajo, en ir a rodar por la mañana, pegarme una bronca con Pau por si la escena va por aquí o por allá, eso me mola, me chifla, me gusta… todo lo demás yo no lo controlo. Y como no está en mis manos (no digo que no me dé igual) pues ya está. Lo que me mola es estar con este equipo generacional, que somos todos de edades parecidas, en un proyecto que no apetecía mucho y va a ser muy importante en nuestras vidas. No tanto por la repercusión, porque esa no la sabes cuando ruedas, porque de repente haces una chorrada y lo petas, sino por estar ahí, en ese momento. Esa es la responsabilidad: estar ahí con gente como, Blanca, Dechent, Aida… y darlo todo y estar al límite de lo que nos da nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra vida… De aquí a 10 años, igual lo hacemos mejor, no sé, pero lo importante es el momento en que vivimos, estar aquí y ahora.

Blanca Portillo le ha echado unos cuantos piropos. ¿Cómo ha sido trabajar con ella, que es todo un referente en cine, teatro y televisión? Las escenas que hemos compartido han sido un flipe. Para mi, como actor, han sido maravillosas. Hablar de Blanca, como actriz, es una redundancia: porque decir que es buena, que es la leche y blablablá, es decir lo de siempre.

A mí, lo que me mola de ella es la 'personaca' que tiene, porque es una persona increíble. A mí me ha ayudado como actor y, luego, fuera, tomando unas birras. Porque es una persona que te permite indagar sobre su vida y la tuya. Y eso no pasa en todas las series. Cada uno guarda su lugar y luego se va a casa y vete a saber. Aquí, los dos nos hemos implicado mucho en lo nuestro, mutuamente, para construir algo juntos. Es una mujer muy generosa. Yo creo que la interpretación se basa en la generosidad. El egoísmo en la interpretación, como todo en la vida, no sirve para nada.

¿Cómo han trabajado ustedes la corporeidad de esos personajes? Corporeidad no quiere decir darle mucha fisicidad. A lo mejor le hemos dado poca, pero la hemos trabajado por dentro. Y la cosa quema. Quema. Pero sí hemos trabajado ambas. La gracia era hacer un tipo amnésico que ha perdido la memoria, pero que no ha perdido el carácter, que sigue siendo el suyo. Si antes del accidente era un abogado de éxito que dominaba los hilos de las cloacas de la ciudad y cortaba el bacalao a todos los niveles, ¿cómo haces eso sin tener memoria? No recuerdas a quién has jodido, a quién has ayudado… pero el instinto y el carácter del tipo está, y eso es lo guapo, lo que le da una corporeidad. Y eso creo que está chulo.

¿Le ha influenciado de alguna manera un personaje como el de Harrison Ford en ‘A propósito de Henry’? A mí me han hablado que existe un personaje de ese tipo, pero yo no le he visto, no tengo ni idea. Mi único referente es Robert Mitchum.

¿Como cantante de Calipso o como actor? Como todo… y hasta como bebedor de whisky, también. Robert Mitchum es lo más. El otro día estaba viendo 'La hija de Ryan' con una amiga que no la había visto en cine y me preguntaba: quién es este tipo. Y yo: este es Robert 'fucking' Mitchum.