Viet Thanh Nguyen, profesor de inglés y estudios americanos y etnicidad en la Universidad del Sur de California, ganó el premio Pulitzer de novela del 2016 con su primera incursión en la ficción de largo recorrido, 'El simpatizante' (Seix Barral / Empúries). Esta historia de un agente doble, un capitán que se exilia en Los Ángeles con los últimos oficiales del derrotado ejército de Vietnam del Sur que huyen del país sin que estos sepan que su cometido es espiarlos e informar a sus superiores del Viet Cong, fue rechazada por 13 editoriales antes de ver la luz y ser aclamada como la primera gran novela americana sobre Vietnam escrita por un vietnamita de nacimiento.

¿Fue un reto escribir una historia donde el protagonista tiene dos lados y mantener todo el tiempo esa dualidad? La parte dura fue encontrar su voz. Eso me llevó todo un verano. Tuve que experimentar con distintas fórmulas para abrir el libro hasta que encontré la frase: "Soy un espía, un agente inflitrado, un topo, un hombre con dos caras". Cuando di con ella supe que esta era su voz, su personalidad.

Habla de él como alguien siempre escindido, atormentado y atormentador al tiempo. En cierta forma, yo también estoy dividido como él, aunque en mi caso mi situación es mucho menos dramática. Pero he tomado mis propios sentimientos personales, emocionales y políticos sobre lo que significa crecer en Estados Unidos como un refugiado de Vietnam y los he puesto en el cuerpo y la mente de este espía.

¿Por qué tomó la decisión de no darle un nombre? Quería que fuera anónimo, un hombre común con el que los lectores pudieran identificarse. Sin nombre es como otros muchos vietnamitas. Siempre pensé que lo que le sucede, esa sensación de sentirse dividido y fuera de lugar, es algo específico de la guerra de Vietnam, pero también es una condición universal.

Ha elegido la narración en forma de confesión ¿por qué? Las confesiones existían de verdad en Vietnam y China, en los campos comunistas de reeducación, y eso lo hacía un recurso natural para la trama. Pero lo más importante es que quería una estructura narrativa en que una persona vietnamita hablara con otro vietnamita. Además, la confesión es también algo muy católico. Yo crecí como católico y creo que hay cierta similitud entre la confesión católica y el interrogatorio comunista. Quería poner sobre la mesa esa relación entre religión y política, poder y autoridad. Me siento un escritor muy político, y en EEUU eso es algo raro.

¿Por esa razón la novela fue rechazada 13 veces? (Ríe) Creo que hubo muchos factores, incluyendo que era una primera novela y que era larga, Y muchos agentes y editores me dijeron que ya no podían publicar novelas de Vietnam. No están acostumbrados a leer algo tan político y que se niegue a apelar a los gustos de la mayoría blanca en Estados Unidos.

Cuando ganó el Pulitzer ¿se sintió reivindicado? No me quejo de lo que pasó hasta el Pulitzer. Tuvo muy buenas críticas y, para ser una primera novela, funcionó bien, aunque no fuera un gran 'hit'. Cuando llegó el Pulitzer no esperaba estar siquiera en competición. Se me había olvidado incluso que el premio se entregaba el día en que lo gané. Fue una sorpresa. Y sí, me sentí en cierta forma reivindicado.

El libro expone una visión poco amable de EEUU y los estadounidenses no suelen aceptar muy bien las críticas... No sé si alguien lo hace (ríe). He dicho alguna vez que escribí esta novela para ofender a todo el mundo. Es una minoría muy pequeña de quienes leen libros en Estados Unidos los que se han ofendido por este. Los estadounidenses que no leen son los que se ofenden, ¡sin haberlo leído! El Gobierno de Vietnam está oficialmente ofendido. Y los vietnamitas-americanos, también. El poder de EEUU es tan importante en el mundo que es necesario que sea capaz de escuchar las observaciones críticas de sus propias minorías y de otros países. Ese es uno de los papeles más importantes de los escritores: llamar la atención sobre los fallos de su propia sociedad.

En alguna entrevista ha dicho que uno de los peligros de los estadounidenses es que se creen su propia bondad. Es muy difícil para los estadounidenses creer que no son buenos. Incluso en los momentos en que son conscientes de que algo malo pasó como consecuencia de sus políticas o sus decisiones, su inclinación es pensar automáticamente que fue simplemente un error, que estaban allí con buenas intenciones. Muchos estadounidenses piensan que ese fue el caso en Vietnam. Realmente existe algo, el sueño americano, en que la gente cree, con las oportunidades y todas esas cosas. Pero los estadounidenses también tienen una capacidad de violencia extrema y de explotación de muchos tipos. Esta contradicción ha sido evidente en toda la historia americana.

La novela subraya el sesgo propagandístico de esas películas de Hollywood sobre la guerra de Vietnam que niegan a los vietnamitas la voz y hasta el nombre. Se diría que es una denuncia que va más allá. Absolutamente. La forma en que Hollwyood ha representado la guerra de Vietnam y a los vietnamitas me afecta personalmente, pero es solo una ejemplo de cómo Hollywood usa su poder en todos los sitios. El Ejército de EEUU es el más poderoso del mundo y Hollywood es la ifábrica más poderosa de cultura pop en el mundo. Y los dos nacen de la misma economía, de la misma ideología. EEUU no necesita un ministerio de propaganda. No hace falta obligar a Hollywood a crear propaganda; lo hace de forma voluntaria porque cree que está extendiendo esos ideales de la tierra de posibilidades y los sueños, esas cosas que a los americanos les gusta creer sobre sí mismos.

Dedica cuatro capítulos al rodaje de una película que se parece sospechosamente a 'Apocalypse Now'. ¿Ha tenido ya alguna noticia de Francis Ford Coppola? (Ríe) No, todavía no.

Sobre esa película en particular, usted ha dicho que tiene sentimientos encontrados. Para mí la película es un símbolo del poder del arte y sus complicaciones. El arte perdura, y puede ser muy importante en el sentido político porque la memoria humana solo puede recordar un determinado número de cosas. 'Apocalypse Now' probablemente dará forma a la memoria de la guerra dentro de 100 o 200 años, y eso significa que necesitada ser refutada. Yo puedo reconocer que 'Apocalypse Now' es una película potente, bien hecha y muy absorbente y a la vez señalar que hay contradicciones y una pátina de racismo: silencia a los vietnamitas, los compadece... Yo no quiero que me silencien ni que me compadezcan. Quiero tener la misma voz que Francis Ford Coppola, Martin Sheen y Marlon Brando y que la tengan los vietnamitas. En cualquier caso, creo que es un piropo dedicarle al filme cuatro capítulos de la novela.

Acaba de publicar también un libro de relatos cortos sobre refugiados. Lo que está pasando en EEUU con Donald Trump y la demonización de los inmigrantes y los refugiados es parte de un sentimiento global que también afecta a Europa. Si la Administración de Trump acaba teniendo éxito y cierra la puerta a refugiados e inmigrantes sin papeles, el siguiente paso será hacer más restrictiva la inmigración legal para los que no sean blancos o cristianos.

¿Cómo se explica que un discurso como el de Trump haya tenido éxito? Creo que hay dos tipos de factores. Hay gente que tiene miedo de los que son diferentes. Y, como otras economías capitalistas occidentales, EEUU atraviesa un momento en que la distribución de la riqueza se percibe como particularmente injusta. Y es más fácil culpar al diferente y sin poder que al que es igual que tú pero muy poderoso. Gente como Trump es capaz de explotar eso.

¿Cómo ha vivido los tres primeros meses de la presidencia? ¿Qué puede hacer un escritor frente a Trump? Para mí y mucha gente en mi círculo político el periodo desde la elección hasta la toma de posesión fue de intenso miedo y desilusión. Desde entonces seguimos sintiendo ambas cosas, pero también nos hemos adaptado al hecho de que esta es la nueva normalidad que tenemos que confrontar. Todo el mundo intenta ver cómo se puede cambiar la situación política a nivel local. A nivel nacional hay que intensificar y subrayar el papel del escritor como figura política. El beneficio para la literatura es que Trump ha movilizado y politizado a los escritores estadounidenses.