El petrolero iraní accidentado la semana pasada frente a las costas chinas se hundió finalmente ayer a mediodía (hora local) con los 30 tripulantes en sus entrañas, informaron fuentes oficiales chinas. Las autoridades de Teherán ya habían admitido el día anterior que las posibilidades de recuperar los cuerpos del buque cisterna Sanchi eran nulas.

El barco estaba en llamas desde que colisionó con el carguero hongkonés CF Crystal, que portaba grano estadounidense, a menos de 200 kilómetros de la costa oriental china. En las últimas horas se produjo la definitiva explosión que hundió el barco sin que los equipos de rescate hubieran podido extraer los cuerpos. Las imágenes de la televisión pública mostraron densas columnas de humo negro de más de 1.000 metros de altura momentos antes de que el carguero desapareciera bajo las aguas.

«A pesar de nuestros esfuerzos, no ha sido posible extinguir el fuego ni recuperar los cuerpos debido a las repetidas explosiones y fugas de crudo», explicó Mohammad Rastad, portavoz del equipo de rescate iraní. Los expertos sostienen que toda la tripulación murió en la primera hora después del accidente debido a las altas temperaturas.

China ha podido recuperar la caja negra del carguero, que servirá para averiguar las causas de la colisión en unas aguas no especialmente transitadas.

Se temen aún las consecuencias medioambientales del vertido. El Sanchi, de 274 metros de eslora, trasportaba desde Irán a Corea del Sur unas 136.000 toneladas de crudo condensado con un valor en el mercado de casi 60 millones de dólares. El tipo de combustible acentúa los riesgos y la recuperación de un vertido de petróleo condensado es complicado. Pekín, sin embargo, ha asegurado que las posibilidades de una catástrofe son muy reducidas porque el vertido se ha producido en alta mar.