Sonrisas y apretones de manos para reducir «en lo posible a cero» la inmigración irregular. Reunidos en un cumbre migratoria en la ciudad transalpina de Innsbruck, los ministros del Interior de Alemania, Italia y Austria exhibieron ayer su cooperación para frenar la llegada a la Unión Europea (UE) de personas que no tengan el estatus de refugiado. «Queremos poner orden», aseguró o el austriaco Herbert Kickl.

Kickl, junto a sus homólogos alemán e italiano, los ultraconservadores Horst Seehofer y Matteo Salvini, quisieron dar una imagen de unidad en un momento en que los tres países están enraizados en una disputa sobre cómo tratar a los solicitantes de asilo que llegan a Alemania pero que ya han sido registrados en otros países.

Seehofer, enfrentado a la cancillera Angela Merkel, quería expulsarlos unilateralmente pero la líder democristiana consiguió convencer a su ministro de la necesidad de obtener el beneplácito de sus aliados. Seehofer se reunió el miércoles con Salvini para tratar de llegar a un pacto bilateral que permita devolver esos inmigrantes a Italia. El ultraderechista se opone rotundamente a esa propuesta.

Aunque el canciller austriaco, Sebastian Kurz, habló del eje Berlín-Viena-Roma para frenar la inmigración, la crisis política alemana ha evidenciado las grietas de esa supuesta alianza. Más allá de su simbiosis xenófoba para rechazar migrantes, los problemas afloran cuando la expulsión de estos de un país afecta al otro.

Los tres dirigentes ser reunieron para unificar sus posiciones antes de la reunión de ministros del Interior y Justicia de los Veintiocho.

A pesar de no llegar a acuerdos concretos, los ministros europeos señalaron su intención de reforzar la protección de las fronteras exteriores de la UE, de llegar a acuerdos con los países de origen y de tránsito de los migrantes y sancionar a los que no acepten las deportaciones de sus ciudadanos. La propuesta de crear centros de detención de migrantes en el norte de África sigue siendo polémica. La reforma del procedimiento de asilo europeo, conocido con el sistema de Dublín (los inmigrantes deben tramitar la solicitud de asilo en el país de llegada), sigue encallada. Mientras estados receptores como Italia y Grecia presionan por una modificación que distribuya la carga que soportan, los otros países se niegan a aceptar la llegada de migrantes ni la repartición en cuotas. Se espera que las negociaciones sigan hasta principios de agosto.