En una entrevista reciente con Al Jazeera, la veterana periodista de Democracy Now y activista de los derechos humanos, Amy Goodman, sostenía que “los medios están arruinando las elecciones” en Estados Unidos al conceder a Donald Trump una cobertura casi ilimitada que niegan a otros candidatos. “Los medios manufacturan consenso, sea para la guerra o para los candidatos en una elecciones”, decía aludiendo al concepto popularizado en su día por Noam Chomsky. “A él se le bombea a todos los hogares. Puede quedarse en su mansión dorada de Nueva York o Florida, mientras el resto de candidatos van de un estado a otro. ¿Por qué tiene esta tubería sin filtros hacia nuestros cerebros?”.

Goodman no exagera. Trump está hasta en la sopa. Los canales de noticias retransmiten en directo sus actos de campaña y, cada vez que quiere entrar por teléfono en antena para rebatir cualquier cosa, le abren las puertas encantados. Le basta un insulto para copar durante tres días el ciclo de noticias. Y cuando miente o exagera, algo que sucede tan a menudo que la web PolitiFact no pudo elegir en 2015 la mentira del año, sino que tuvo que ampliar el espectro para incluir en plural “las falsedades de la campaña de Trump”, sus bulos se debaten hasta la saciedad hasta que acaban convertidos en algo parecido a una verdad. Es una lobotomía a tiempo completo y totalmente gratuita para el millonario reconvertido en demagogo populista que tiene ahora al alcance la nominación republicana.

A TRUMP, 80 MINUTOS DE COBERTURA; A SANDERS, 20 SEGUNDOS

Según un análisis de 'The New York Times', el tiempo y el espacio que le han dedicado los medios estadounidenses durante la campaña equivale a 2.000 millones de dólares en propaganda electoral. Esa exposición gratuita le ha permitido gastar menos que cualquier otro de los grandes candidatos en anuncios de televisión y radio. Otro dato. El informativo nocturno de la cadena generalista ABC News le dedicó el año pasado 81 minutos. ¿A Bernie Sanders? 20 segundos.

La cobertura ha sido además bastante menos escrupulosa de lo que podría pensarse tratándose de un personaje con tanto bagaje y claroscuros, según David Folkenflik, el experto en medios de comunicación de la radio pública NPR. “Aunque Trump nunca ha sido elegido para un cargo público, lleva décadas haciendo lobi en ayuntamientos, parlamentos estatales y en Washington. Y ha utilizado su fama y su influencia para cerrar algunos de los negocios que perseguía”, dice en una entrevista telefónica.

“Siento que sé más de las posiciones y las controversias de sus rivales en las primarias que del hombre que puede convertirse en el candidato”,comenta. En parte lo explica porque la prensa política “no sabe cómo lidiar con un empresario”. No todo ha sido carta blanca para la estrella de los realities, aquel presentador engreído de ‘El Aprendiz’ que escupía con frialdad glacial aquello de “Estás despedido”. Se ha investigado el presunto fraude que rodea a la ‘Universidad Trump’, su tendencia a contratar extranjeros (algunos sin papeles) cuando se vende como el campeón de los trabajadores estadounidenses o cómo acosó a una viuda de Atlantic City para deshauciarla y construir un aparcamiento para las limusinas de su casino.

UNA MINA PARA LAS AUDIENCIAS

Hay un aspecto incontestable que explica la obsesión mediática con el neoyorkino. Trump es una mina para las audiencias de las webs y la pantalla, una tentación irresistible en medio de la crisis existencial por la que atraviesan los medios, incapaces de rentabilizar su modelo de negocio. “Los productores de televisión saben exactamente cuándo poner a Trump”, dice Folkenflik. “Si piensas cuáles son los programas de televisión más valiosos, tienden a ser los eventos deportivos donde el resultado es impredecible. Pues bueno, eso es lo que les da Trump porque nunca sabes lo que va a hacer o decir”.

En la actitud de los medios hacia el magnate hay un masoquismo inherente porque Trump no ha dejado de insultar a los periodistas y las empresas que le han criticado o han investigado su pasado. “Los odio”, dijo no hace mucho de los periodistas políticos. “Algunos de ellos son gente increíblemente mentirosa y asquerosa”. Lejos de hacerle el vacío, los medios han seguido cubriendo sus astracanadas con devoción. El martes finalmente Trump se lo agradeció. “Quiero agradecer a los medios por haber sido imparciales conmigo en las dos últimas horas”, bromeó antes de apostillar: “han sido verdaderamente justos en las últimas semanas”. Amén.