Contaba un abogado, medio en broma medio en serio, que el tonillo que más se escucha en la cárcel de alta seguridad de Belmarsh, donde acaban los condenados por terrorismo, es ‘brummie’, el típico acento de la gente de Birmingham. La segunda urbe de Inglaterra ha sido desde hace tiempo uno de los lugares de atracción del extremismo islámico. Ahora, nuevamente vuelve a estar asociada al ataque del miércoles en Westminster y a su autor, Khalid Masood. La policía ha registrado varias propiedades en una ciudad que, según el comisario jefe de la policía de West Midlands, Dave Thompson, ocupa la segunda posición, solo superada por Londres, en el número de operaciones terroristas vinculadas con el islamismo extremo.

Algunos de los yihadistas más violentos del Reino Unido han salido de suburbios populares en el extrarradio. Barrios como Sparkbrook y Sparkhill se han visto involucrados en actividades terroristas incluso antes de que los aviones derribaran las Torres Gemelas en Nueva York en septiembre del 2001. Ya dos años antes fueron condenados por preparar ataques con bombas en Yemen cinco británicos que tenían vínculos con la ciudad. Casi un año antes de los atentados en Estados Unidos, la policía descubrió en Fallows Road, en Sparkbrook, una fábrica de bombas con más de 100 kilos de productos químicos y explosivos en el domicilio de Moinul Abedin, un camarero de 27 años. El caso fue considerado por las fuerzas de seguridad como el primer complot de Al Qaeda a cargo de simpatizantes nacidos en el Reino Unido y preparados para llevar a cabo un atentado en su propio país.

LA IRRUPCIÓN DEL EI

Desde 1998 ha habido más de 30 condenas relacionadas con el terrorismo en Birmingham, donde se estima que viven 300.000 musulmanes. Los seducidos por la lucha integrista son jóvenes británicos, pertenecientes a la segunda generación de familias de inmigrantes procedentes de Pakistán, Cachemira y Bangladés, lo que se conoce en la ciudad como el ‘Triángulo Balti’. En Birmingham se crio Parviz Kham, condenado a 17 años de cárcel en el 2008 por preparar el secuestro de un soldado británico para degollarlo. Kham, padre de tres hijos, estaba preparando a su hija de tres años para casarla en el futuro con un muyahidín. En el 2013, una veintena de jóvenes musulmanes de la ciudad fueron juzgados por conexiones terroristas.

Si Al Qaeda logró atraer a un grupo de fanáticos, la irrupción del llamado Estado Islámico (EI) “ha aumentado la intensidad y fuerza” de la amenaza terrorista, según el comisario Thompson. En una entrevista concedida el año pasado al diario 'The Guardian', el mando policial en la región de las West Midlands explicó las diferencias en la forma en que las dos organizaciones tratan de reclutar a los jóvenes. Un factor fundamental es el concepto de Estado islámico internacional que promete el EI. “Creo que hay una gran sofisticación en la manera en que tratan de radicalizar a la gente con medios digitales. Eso nos planteará un desafío diferente en los próximos años”, sostuvo.

La seducción del EI alcanzó a Rasheed Benyahia, otro chico de Birmingham, a quien su madre, una galesa casada con un argelino, recuerda como normal, feliz, aficionado al fútbol y al karate. Una mañana de junio del 2015 ese aprendiz de mecánico de 19 años tomó el autobús para ir al trabajo. En casa jamás volvieron a verle. Supieron que había marchado a Siria a luchar con el EI. Poco más de un año después, recibieron la noticia de su muerte, alcanzado por un misil.