Corea del Norte ha sazonado sus cotidianas amenazas de destrucción orbi et orbe con la más tangible detención de un estadounidense horas antes de que Pekín y Washington consensuaran por teléfono sus estrategias sobre la península. No pasa un día sin que la zona más erógena del planeta suministre actualidad.

Kim Sang-duk, también conocido como Tony Kim y con doble nacionalidad surcoreana y estadounidense, es el último detenido por Pyongyang. La noticia fue confirmada por el rectorado de la Universidad de Ciencia y Tecnología, donde Kim enseñó contabilidad durante un mes. Kim, de unos cincuenta años, forma parte de ese grupo creciente de profesores occidentales de especialidades técnicas contratados por Corea del Norte. El centro, único del país de carácter privado y con una extensa nómina de profesionales extranjeros, ha informado de que Kim fue detenido en el aeropuerto de la capital cuando se disponía a volar con su esposa a China. La prensa local aún no se ha referido al asunto a pesar de su acostumbrada exhibición impúdica de presuntos espías,. La embajada sueca, que maneja los asuntos estadounidenses en Pyongyang, ha confirmado la detención reciente de un ciudadano coreano-estadounidense sin ofrecer más detalles.

Tony Kim se suma a otros dos estadounidenses en manos de Kim Jong-un. Otto Warmbier, un estudiante de 21 años de la Universidad de Virgina, fue condenado meses atrás a 15 años de trabajos forzosos por robar un eslogan propagandístico de su hotel. Kim Dong Chul cumple diez años de cárcel por espionaje. El pastor canadiense Hyeon Soo Lim fue condenado a cadena perpetua por utilizar la religión para derribar el régimen y ayudar a desertores norcoreanos.

ARSENAL DE PRESIONES

La captura de estadounidenses integra el arsenal norcoreano de presiones. Ambos países carecen de relaciones diplomáticas por lo que expresidentes estadounidenses en misiones no oficiales han tenido que volar hasta Pyongyang para llevarse de vuelta a los condenados. El régimen suele aludir tras su liberación a su magnanimidad y conciencia humanitaria. En los últimos años ha habido de todo: estudiantes, profesores, periodistas, misioneros y varios iluminados. No es raro que Corea del Norte coloque a los encarcelados en la mesa de negociaciones.

El expresidente Jimmy Carter viajó en el 2010 a la capital para liberar al profesor de inglés Aijalon Mahli Gomes, condenado tras cruzar la frontera con la intención de convencer al tirano Kim Jong-il de que confesara sus pecados y abandonara el poder. Bill Clinton, un año después, se reunió en Pyongyang con el padre del actual dictador para liberar a dos periodistas detenidas en la frontera y condenadas a doce años de trabajos forzosos.

COINCIDENCIAS

El caudal de detenciones suele coincidir con momentos tensos en la península como el actual. Pyongyang ha amenazado hoy con destruir la flota estadounidense que se dirige, ahora sí, a sus costas. “Nuestras fuerzas revolucionarias están listas para hundir el portaviones de propulsión nuclear de un solo golpe”, ha bramado el diario oficial Rodong Sinmun. Más adelante calificaba al portaviones USS Carl Vinson de “repugnante animal”.

Esa flota de ataque está detrás de uno de los capítulos más delirantes de la crisis actual. Donald Trump, presidente estadounidense, anunció semanas atrás que se dirigía a toda prisa hacia la zona para intimidar a Pyongyang en las vísperas de un supuesto ensayo nuclear. Al final no hubo ensayo ni flota, que estaba aún en las cálidas aguas del sur del Pacífico. Washington no ha especificado hoy dónde se encuentra pero su vicepresidente, Mike Pence, dijo el sábado que llegaría a aguas coreanas “en cuestión de días”.

AMENAZAS A AUSTRALIA

En la sección diaria de amenazas cabe incluir a Australia, donde Pence ha estado el fin de semana. Corea del Norte ha anunciado un ataque nuclear contra la isla si “sigue ciega y fanáticamente la postura estadounidense”.

Trump ha llamado esta mañana a Xi Jinping y Shinzo Abe, sus homólogos chino y japonés. Su diplomacia telefónica es uno de los escasos indicios de sensatez en medio de respuestas inflamadas a las provocaciones norcoreanas. Se desconoce el contenido de la conversación entre Trump y Xi más allá de “la consecución de un amplio consenso” y otras banales fórmulas diplomáticas.