Corea del Sur vota este martes para enterrar un pasado vergonzante y definir su postura en el embrollo geopolítico al que Pionyang la ha empujado. Las elecciones llegan con el país aún traumatizado por el elefantiásico escándalo de corrupción que le costó el puesto a la presidenta Park Geun-hye, con un panorama económico inquietante y los cotidianos desmanes de Corea del Norte. Al elegido hoy no se le intuye una agenda desahogada.

Será sin duda Moon Jae-in, candidato del Partido Democrático, quien relevará a la derecha en la Casa Azul o residencia presidencial. Las últimas encuestas dan a Moon más de una veintena de puntos sobre el magnate de Ahn Cheol-soo y aún más atrás queda Hong Joon-Pyo, del Partido de la Libertad de Corea de la anterior presidenta. Hong ha lidiado con el insoportable legado de Park, probablemente una de las personas más odiadas del país. Ese escándalo de la Rasputina, la vieja amiga presidencial que ordeñaba a los conglomerados a cambio de favores, fue difícil de digerir incluso para una población acostumbrada a la corrupción de altos vuelos. Cientos de miles de personas pidieron en las calles durante meses la dimisión de Park hasta que el Parlamento firmó su impeachment.

Ese viento ha empujado a Moon, un reputado luchador por los derechos civiles e hijo de desertores norcoreanos durante la guerra. Su victoria amenaza un mapa regional de equilibrios en el queSeúl sigue a ciegas a Washington al precio de irritar a China. Moon ha dejado dicho que Corea del Sur tiene que “aprender a decir que no” a los estadounidenses y se ha mostrado muy crítico con el escudo antimisiles o THAAD (por sus siglas inglesas). Ese escudo resume el conflicto: China y Rusia se han opuesto por la razonable sospecha de que, más allá de controlar los misiles norcoreanos, también le servirá a Washington para fiscalizar su territorio. Pekín, el socio económico principal de Seúl, le está sometiendo a un castigo severo que notan sus multinacionales, artistas y cualquiera que dependa del mercado chino. Moon es partidario de que el Parlamento discuta sobre el escudo para subsanar el unilateral acuerdo firmado por su predecesora. Será complicado que Corea del Sur lo retire cuando Estados Unidos adelantó su despliegue precisamente para vadear esa posibilidad. Ordenar a los estadounidenses que se lo lleven sería una bofetada inasumible hacia su principal socio militar en la zona.

TENSIONES PREVISIBLES

Habrá más tensiones entre Seúl y Washington con Moon, certifica Scott Snyder, director del programa Estados Unidos-Corea del think tank Council on Foreign Relations. “Pero al final serán manejables debido a los importantes intereses comunes en materia de seguridad. Los surcoreanos están más inclinados a resolver sus problemas sociales como presupuesto previo a lidiar con sus amenazas externas como Corea del Norte”, explica por email.

Los halcones presentan a Moon como un flojo en el asunto norcoreano. Moon quiere jubilar la hostil política de sanciones, allanar el entendimiento y retomar proyectos conjuntos como el complejo industrial de Kaesong. Incluso está dispuesto a reunirse con Kim Jong-un en Pionyang. El más que probable ganador es el hijo político de Roh Moo-hyun, cuya línea de apaciguamiento permitió la histórica cumbre presidencial en Pionyang en 2007 con Kim Jong-il, padre del actual dictador. La llegada de los conservadores a Seúl arruinó sin remedio el clima.

RALENTIZACIÓN ECONÓMICA

A los surcoreanos les desvelan asuntos más cotidianos que los cálculos geopolíticos. La economía ha perdido fuelle, suben las desigualdades sociales y el paro juvenil alcanza el 10 %. Toda la frustración se dirige hacia los chaebol, esos grandes conglomerados familiares en los que se apoyó un país devastado por la guerra para remontar pero que hoy simbolizan la más degradante corrupción. Las promesas para embridarlos forma parte de la liturgia electoral de los últimos años. Moon propone dar más poder a los accionistas minoritarios y otras medidas para mitigar sus excesos, pero es complicado que pueda luchar contra intereses tan asentados y poderosos.