Cuatro miembros del Jabalíes Salvajes FC vieron ayer la luz tras dos semanas en tinieblas. La primera jornada de salvamento concluyó con un éxito sorprendente: el primer niño emergió de la cueva a media tarde tras cubrir el trayecto en casi tres horas menos de las 11 previstas. El resto llegó de forma escalonada y todos fueron transportados en helicóptero al Hospital de Chiang Rai. Solo uno está bajo observación médica y no se teme por su estado. Dentro quedan otros ocho. «Hoy todo ha ido como la seda», resumió a primera hora de la noche Narongsak Osottanakorn, jefe del operativo, en rueda de prensa. El monzón que acompañaba sus palabras y empujaba a los asistentes a los toldos aconsejaba embridar el triunfalismo. Las labores se han suspendido y serán retomadas en un lapso de entre 10 y 20 horas, cuando los buzos hayan repuesto las reservas de aire comprimido diseminadas por el camino. La meteorología apremia. El nivel de las aguas no ha subido aún pero lo hará si no cesan las lluvias que anoche caían sin tregua.

Seis helicópteros, trece ambulancias y un camión con botellas de oxígeno esperaban frente a la misma entrada de la cueva que un equipo juvenil de fútbol y su monitor atravesaron dos semanas atrás. También esperaban bomberos, psicólogos y familiares. El escenario estaba dispuesto cuando el primer chico emergió de las entrañas de la gruta mientras se ponía el sol.

Trece buzos extranjeros y cinco nacionales, un grupo etiquetado de all stars por las autoridades, libraron ayer la operación más mediática desde el rescate a los mineros chilenos. Cada niño es extraído por un par de buzos, que le sujetan la máscara respiratoria especial que cubre su cara en los tramos aún inundados. También llevan trajes de buceo, cascos y botas. Se sirven de una cuerda de ocho milímetros de grosor extendida a lo largo del trayecto como guía. En el grueso de los cuatro kilómetros que separan la boca de la gruta del montículo donde se encuentran ya es posible hacer pie. En el resto de galerías, si son suficientemente amplias, los buzos abrazan a los niños por el vientre. En aquellas donde apenas cabe un cuerpo humano, los segundos deben avanzar por sí mismos. La odisea comprende galerías anegadas de lodo y sin visibilidad.

LA OPERACIÓN / La operación había empezado a las diez de la mañana (hora local) tras comprobarse que las condiciones eran las menos malas posibles y las futuras no serían mejores. Las autoridades habían medido durante días cuestiones como las fuerzas y la moral de la chavalería, el menguante aire respirable de la cavidad donde permanecían y la presumible derrota que sufrirían las centenares bombas de extracción de agua frente al inminente monzón.

Las bombas de extracción habían rebajado el nivel de las aguas en 70 centímetros. Una tromba de agua en la noche del sábado, sin embargo, amenazó con complicar el cuadro. Urgía aprovechar lo que restaba de ventana ante el riesgo de que el acceso a la cueva quedara sellado y tuvieran que permanecer hasta octubre. Ayer era el día D.

La crisis de los Trece de Tham Luang invita a la épica: una guerra de todos contra el tiempo y el agua. Su gestión es clave para la Junta Militar que tomó el poder en el 2014. El general y primer ministro, Prayuth Chan-ocha, llegará esta mañana a la zona. La prensa ha sido alejada de la montaña, los familiares ya no están disponibles y un cordón policial protege el hospital. El único grifo para las noticias son las ruedas de prensa oficiales.

Los niños y su entrenador se adentraron en la cueva de Tham Luang dos semanas atrás desatendiendo los letreros de prohibición para cumplir un rito iniciático. Las lluvias provocaron una súbita inundación. La operación concluirá entre hoy y mañana si el monzón no se opone. La salida de los cuatro primeros certifica que el plan funciona. No es descartable que la crisis quede felizmente resuelta en las próximas horas y reine la hipérbole. Convendrá recordar entonces al mártir que exige cualquier epopeya: se llamaba Saman Gunan, era buzo y antiguo militar, tenía 37 años y se ofreció voluntario para salvar a los niños.