Cyril Ramaphosa asumió ayer el cargo de presidente de Sudáfrica en sustitución del controvertido Jacob Zuma, que dimitió la noche del miércoles tras un ultimátum de su partido, y en su primera intervención pública se comprometió a trabajar duro para resolver los problemas más graves del país, como la corrupción o la caída de la economía.

El hasta anteayer vicepresidente fue designado en el Parlamento en una sesión en la que ningún otro candidato le disputaba el puesto, por lo que no hubo necesidad de votación. Ramaphosa había sido nominado por su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA) -hegemónico en Sudáfrica desde el fin del apartheid- para relevar a Zuma, cuyo mandato de nueve años ha estado marcado por los escándalos políticos y económicos.

Ramaphosa, de 65 años, antiguo sindicalista y activista antiapartheid reconvertido en exitoso hombre de negocios, afirmó ante los diputados recibir el encargo con honor y humildad, y prometió que, bajo su mandato, el interés de Sudáfrica y del pueblo siempre irán «primero». «Cuando uno es elegido en esta clase de posición, básicamente se convierte en un servidor del pueblo de Sudáfrica», expresó Ramaphosa.

El flamante presidente proclamó que trabajará para poner fin a la corrupción, mejorar la economía y buscar la unidad del país, aunque explicó que los detalles de sus líneas de Gobierno los expondrá mañana, cuando se encargue de dar el discurso sobre el estado de la nación. «Trabajaré muy duro para no decepcionar al pueblo de Sudáfrica», concluyó.