Eran cerca de las 9.45 de la mañana cuando la tranquila mañana en la ciudad de Saint Etienne du Rouvray, una pequeña comunidad normanda de 27.000 habitantes, se veía interrumpida por una toma de rehenes. Dos terroristas irrumpieron en el interior de la iglesia iniciando un secuestro durante el cual decapitaron al párroco e hirieron a dos personas, una de las cuales quedó en estado crítico tras ser degollada, en una acción en que, además de su crueldad, llama la atención la juventud de los terroristas. Uno de los que asaltaron la iglesia tenía solo 18 años y otro estaba fichado por la policía como sospechoso por yihadismo ya que había intentado ir a Siria. Por la tarde, la policía detuvo a un cómplice, un jove de 16 años.

Armados con cuchillos, los dos hombres habían entrado por la puesta de atrás en la iglesia en plena misa. Varios rehenes explicaron más tarde que gritaron Alá Akbar. El párroco, cuatro fieles y dos religiosas, se encontraban entonces en el templo asistiendo al oficio. Tras ser alertados por una monja que consiguió escapar, la policía se presentó en el lugar de los hechos. En un momento dado, los dos asaltantes salieron de la iglesia y, tan pronto como asomaron en el atrio, fueron neutralizados, abatidos por las fuerzas del orden, explicó el portavoz del ministerio del Interior, Pierre-Henry Brandet. Una intervención seguida de un control de “descontaminación” ante la posibilidad de que ambos asaltantes hubieran colocado explosivos en el lugar de culto.

OBLIGADO A ARRODILLARSE

Durante los 40 minutos que duró el secuestro, los asaltantes decapitaron al cura, que fue identificado como Jacques Hamel, un sacerdote de 86 años. Según la monja que escapó, los terroristas obligaron a arrodillarse al sacerdote para ejecutarle. Una acción que incluso grabaron. Otro de los rehenes también fue degollado. No obstante, los médicos lograron salvarle la vida. Al lugar se desplazó un grupo de psicólogos, para atender a los rehenes que fueron testigos de tan bárbara ejecución.

Así, Francia se enfrenta de nuevo a “un vergonzoso atentado terrorista”, a “un asesinato cobarde”, en palabras del presidente de Francia, François Hollande. Un nuevo atentado que tiene lugar tan solo doce días después de la masacre cometida en Niza. La referencia a un “acto yihadista” no se hizo esperar, el propio presidente galo, que se desplazó hasta la región normanda esta misma mañana, aseguraba que ambos asaltantes habrían reivindicado su pertenencia al autodenominado Estado Islámico.

"EN RESPUESTA AL LLAMAMIENTO"

Pocos minutos después de estas declaraciones, la agencia de información del Estado Islámico, Amaq, enviaba un comunicado en el que aseguraba que estos dos individuos, que aún no han sido formalmente identificados, formaban parte de sus “soldados”. Ambos habrían actuado “en respuesta a los llamamientos a atacar a los países de la coalición cruzada”, es decir, a aquellos países que forman parte de la alianza internacional contra el EI en Irak y Siria.

La sección antiterrorista de la fiscalía de París será la encargada de investigar el suceso que ha golpeado a esta pequeña comunidad normanda, situada al norte de la ciudad de Rouen. Una investigación que podría poner de nuevo en evidencia la eficacia de los servicios de inteligencia, y es que, según medios de comunicación franceses, uno de los asaltantes estaba fichado por la policía como sospechoso por yihadismo ya que había intentado viajar a Siria (fue rechazado en la frontera con Turquía) e incluso llevaba un brazalete electrónico para poder localizarlo. De hecho, solo podía salir de casa entre las 8.30 y las 12.30.