A los 42 años y bajo el cielo plomizo bogotano, Iván Duque cumplió ayer su sueño infantil: ser presidente de Colombia. Diez jefes de Estado y delegados de 17 países participaron de la ceremonia de traspaso de mando entre Juan Manuel Santos y el economista que abandonó la comodidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para sumarse al Centro Democrático, el partido de Álvaro Uribe bajo cuyo padrinazgo le ganó las elecciones en segunda vuelta a Gustavo Petro. El presidente del PP, Pablo Casado, también asistió al al ceremonia.

Pocas horas antes de iniciarse los festejos, un sismo de 5,8 grados sacudió al centro de país. Las vibraciones llegaron hasta Bogotá. No faltaron los colombianos que lo sintieron en clave política: el retorno al poder de la derecha también llega con el presagio de cimbronazos. El principal temor tiene que ver con el futuro del acuerdo de paz firmado en el 2016 con las FARC. Duque tiene la responsabilidad de afianzar las bases del post-conflicto armado o abrir un frente de incertidumbre. La Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, heredera política de la exguerrilla, le pidió mantener «la sensatez» porque «el país demanda una paz integral que conduzca a la esperada reconciliación».

Duque no habría llegado al Palacio de Nariño sin la bendición providencial de Uribe. Aunque le gustaría ser un equivalente a lo que representan Emmanuel Macron, en Francia, o Justin Truedau, en Canadá, lo primero que tendrá que demostrar es cuánto responde al verdadero líder de la derecha colombiana. «Uribe, ¿el poder en la sombra?», se preguntó el diario El Espectador.

Los analistas han advertido que a Duque se le plantea un inesperado problema: ser completamente fiel a su mentor a o las instituciones. La semana pasada, la Corte Suprema de Justicia abrió una investigación en contra del expresidente (2002-2010) por presunto soborno y fraude procesal. La causa se imbrica a su vez con las acciones en los años 90 de las bandas paramilitares.

Las últimas horas de Santos/ Santos deja la presidencia con un país en crecimiento (se espera un alza de 2,7% en 2018), con mayor infraestructura y en medio de un nuevo conflicto diplomático con Venezuela. Nicolás Maduro lo ha vinculado con el fallido atentado en su contra. El dirigente abandona el Gobierno con una baja popularidad. De acuerdo con la firma Gallup Poll, un 59% de los consultados desaprueban su gestión. Haber labrado el acuerdo de paz le ha dado un Premio Nobel. Pero internamente, su prestigio se vio corroído por diferentes circunstancias.

No han sido menores los ataques de Uribe. Además, el final de conflicto armado no ha significado un freno a la violencia política de las bandas de extrema derecha. A lo largo de 2018 han sido asesinados 123 líderes sociales.