El primer aniversario de la presidencia de Donald Trump no podría haber sido más accidentado. Justo un año después de que el magnate neoyorkino jurara el cargo en las escaleras del Capitolio, el Gobierno federal de Estados Unidos se ha quedado sin fondos para seguir operando normalmente, una situación que no se daba desde finales del 2013. Republicanos y demócratas fueron incapaces de llegar a un acuerdo para extender la financiación pública antes de que se acabara el plazo en la medianoche del viernes al sábado. El fracaso político forzará el cierre parcial de los ministerios y las agencias gubernamentales, y obligará a decenas de miles de funcionarios «no esenciales» a quedarse en casa y sin sueldo hasta que el impasse se resuelva.

El desaguisado burocrático corrió en paralelo a la celebración de docenas de manifestaciones en todo el país para protestar contra la gestión del presidente, una movilización que sigue los pasos de la multitudinaria Marcha de las Mujeres que se produjo un día después de que Trump tomara posesión del cargo hace un año. Ambos episodios reflejan la profunda división política y social que vive el país, una constante en los de Barack Obama que no ha hecho más que recrudecerse desde que el empresario neoyorkino tomo las riendas del país.

AGRAVIOS / Las políticas inmigratorias de Trump, sus posiciones respecto al aborto y los homosexuales, o los comentarios misóginos que han salpicado su primer año de mandato fueron algunos de los agravios expresados por las más de 200 concentraciones que tomaron las grandes ciudades de EEUU, desde Los Ángeles a Washington, pasando por Denver o Charlotte.

«Mentiría si digo que no estoy desanimada y triste por tener que manifestarme otra vez para demostrar nuestra oposición a este desastroso primer año de la presidencia Trump», le dijo a Associated Press Peggy Taylor, una guía turística que participó en la marcha de Nueva York. El 57% de los estadounidenses desaprueban la gestión del republicano, según una de las últimas encuestas. Trump es el presidente más impopular de la historia moderna, a pesar de la buena marcha de la economía y la euforia que se vive en los mercados.

Como ya sucedió hace más de cuatro años, en el penúltimo de los 13 cierres de Gobierno que ha habido desde principios de los años 80, republicanos y demócratas no tardaron en culpar a sus rivales políticos del fracaso para extender la financiación pública, provocado por sus desavenencias para resolver el futuro de los dreamers y la construcción del Muro con México. «Los demócratas del Senado son responsables del cierre de Schumer», dijo la portavoz de la Casa Blanca para echarle las culpas del fracaso al líder demócrata en la Cámara alta, Chuck Schumer. ««Han puesto la política por encima de nuestra seguridad nacional, las familias militares y la capacidad de nuestro país para servir a todos los estadounidenses».

Desde el otro bando, en cambio, se insistió en culpar al presidente y su partido, que controlan las dos cámaras del Congreso. De hecho, esta la primera vez que cierra el Gobierno con un Congreso dominado por un solo partido. «Negociar con este presidente es como negociar con gelatina, es prácticamente imposible», dijo Schumer ayer sábado.