«Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido». A pesar de su estilo autocrático, el primer canciller de la Republica Federal de Alemania, Konrad Adenauer, sabía que los puñales son una tradición inherente a toda lucha por el poder. Conocedora del juego político, Angela Merkel, debilitada por las discrepancias sobre su política migratoria, ve cómo son sus críticos quienes ahora afilan los cuchillos. La estocada puede ser el cierre de fronteras unilateral con el que el ministro del Interior, Horst Seehofer, ha amenazado a la cancillera y ha puesto en jaque al gobierno.

Seehofer quiere expulsar a los migrantes que ya hayan sido registrados en otros países de la Unión Europea, pero Merkel se opone a ello. El chantaje en forma de ultimátum para que la líder llegue a un pacto migratorio europeo antes del 1 de julio ha tensado al máximo una mala relación con una larga historia. Su primer gran desencuentro se produjo en el 2004, cuando Seehofer dimitió como vicepresidente del grupo parlamentario conservador como crítica a una propuesta de reforma sanitaria apoyada por Merkel. Un año más tarde, receloso del ascenso al poder de la cancillera, menospreció públicamente el ministerio de Agricultura que se le otorgó.

Tras conquistar la presidencia de Baviera en 2008, Seehofer siguió contradiciendo a Merkel con una agenda más derechista. Sin embargo, el detonante de su relación se produjo con la crisis migratoria del 2015. Partidario de una mayor restricción, el líder bávaro se opuso a la política de acogida de la canciller, una política que aunque ha ido endureciendo no ha evitado la fractura actual. «No puedo seguir trabajando con esta mujer», confesó en una reunión interna el pasado jueves.

Seehofer es presidente de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), partido hermanado con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que pilota Merkel. Forjada en 1949, esta poderosa alianza acordó que la CSU concurriría en Baviera mientras que la CDU lo haría en el resto de Alemania; unos captarían el voto más derechista y los otros el conservadurismo más moderado.

Las grietas abiertas por la crisis migratoria culminaron el año pasado cuando la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) certificó su irrupción en el Parlamento alemán, haciendo añicos aquello que el líder bávaro Franz Josef Strauss dijo de que «a la derecha de la CSU no puede haber ningún partido democrático legítimo».

La popularización del discurso xenófobo de AfD arrebató a la CSU el control del espectro más conservador de la sociedad y la némesis de Merkel respondió siguiendo esa estrategia. Con la vista puesta en las elecciones de Baviera del 14 de octubre, Seehofer y el primer ministro bávaro, Markus Söder, han relanzado su discurso del miedo contra el islam distanciándose de Merkel para acercarse a Austria. La brecha ha llevado a la unión a vivir sus días más turbulentos. La CSU sigue perdiendo puntos. La ultraderecha sale reforzada.