La expresidenta surcoreana Park Geun-hye afronta este martes el interrogatorio de los fiscales por el escándalo de corrupción que le costó el puesto tras meses de masivas protestas sociales. Su comparecencia agudiza su tormento y subraya que los procedimientos surcoreanos contra la corrupción son ejemplarmente rápidos aunque su eficacia plantee más dudas. Las primeras evidencias sobre el escándalo emergieron en octubre, el Parlamento la inhabilitó en diciembre y a principios de marzo fue ratificado el 'impeachment' por el Tribunal Constitucional. Park fue la primera mujer presidenta de un país machista, pero probablemente pasará a la historia como el primer líder del país expulsado del cargo.

Park ha pedido perdón al pueblo y prometido que colaborará sinceramente con la investigación en unas sucintas declaraciones a las puertas de la sede de la Fiscalía. Sus primeras palabras desde el 'impeachment' denotan menos combatividad que las que profería mientras disfrutaba de inmunidad. Es probable que la sesión se alargue hasta bien entrada la noche, asegura la agencia oficial Yonhap. La expresidenta se enfrenta a penas de hasta 10 años de cárcel por un variado menú delincuencial que incluye sobornos, filtración de secretos de Estado o abuso de poder.

Park está acusada de amparar la red corrupta de Choi Soon-sil,una vieja y turbia amiga más conocida como Rasputina. Choi exprimió a los principales conglomerados empresariales del país valiéndose de la influencia de Park. Desvió unas donaciones que rozaron los 65 millones de dólares hacia sus fundaciones presuntamente culturales que hoy han sido desmanteladas. En el escándalo ha habido otras corruptelas menores pero igualmente execrables como el trato de favor que recibió la hija de Choi en una elitista escuela.

Park había negado todos los delitos y reconocido apenas descuidos en su deber de supervisión. Su apego al sillón bordeó lo irresponsable cuando millones de surcoreanos pedían su cese en las calles cada sábado y su aceptación social se arrastraba por el 4%. Su actuación ha sido tan incomprensible y delirante que muchos apuntan a la influencia destructiva de su amiga Choi, hija del jefe de una secta.

INTERESES POLÍTICOS Y EMPRESARIALES

El caso va más allá de Choi y Park y apunta al andamiaje nacional donde los intereses políticos y empresariales se entrelazan. Ante la justicia desfilan estos días los responsables de las multinacionales surcoreanas, ordeñadas sin excepción por Choi. Ha habido antes enCorea del Sur casos de corrupción de altos vuelos, presidentes del país y magnates condenados, pero los indultos de última hora arreglaban los desperfectos y alimentaban el resentimiento social por su impunidad. Muchos esperan que el caso de la Rasputina sirva para desmantelar ese sistema de los chaebol que ha permitido el milagro económico pero fomentado la corrupción y dinamitado la moral nacional.

Las turbulencias le llegan a Corea del Sur en un momento especialmente sensible, con la temperatura al punto de ebullición en el paralelo 38 y las presiones económicas chinas para que Seúl cancele el despliegue del escudo. Las encuestas apuntan al regreso de la izquierda en la Casa Azul, partidaria de una línea suave con Pionyang.