En una dinámica que se repite desde que llegó a la presidencia,Donald Trump vuelve a quedarse solo tras lanzar otra de sus explosivas acusaciones. El pasado fin de semana, el presidente de Estados Unidos acusó a su predecesor, Barack Obama, de pincharle los teléfonos en la recta final de la campaña, una supuesta estratagema que equiparó al “mccarthysmo” y al escándalo del Watergate que acabó con la presidencia de Nixon. Pero como hizo en su día al decir que millones de personas votaron de forma fraudulenta en las pasadas elecciones, Trump no aportó ni una sola prueba para sostenerlo. Desde entonces, los jefes de la inteligencia han salido al paso para negar las afirmaciones del presidente y en las filas de su partido abunda el escepticismo. Todo apunta a que el emperador vuelve a estar desnudo.

Después de que el portavoz de Obama desmintiera la información, quien fuera su director nacional de Inteligencia (DNI, de sus siglas en ingles), James Clapper, apareció en televisión para refutar las acusaciones de Trump. “No hubo ninguna actividad de escuchas contra el presidente, presidente electo por entonces, ni tampoco cuando era candidato o contra su campaña”, dijo el veterano general en una entrevista el domingo. Al coro también quiso sumarse el director del FBI, James Comey. Durante el fin de semana, según han publicado varios medios estadounidenses, Comey pidió al Departamento de Justicia que saliera al paso para desmentir unas acusaciones que considera falsas y que dañan la reputación de la agencia. El ministerio que dirige ahora el fiscal general Jeff Sessions, uno de los asesores más cercanos a Trump, se negó a hacerlo.

EXPLICACIONES CONTRADICTORIAS

La Administración Trump ha ofrecido explicaciones contradictorias sobre el origen de las acusaciones del presidente. Uno de sus portavoces dijo el domingo que se apoyaba en las informaciones publicadas al respecto por “numerosos medios de comunicación”, en alusión a lo dicho por varios locutores radiofónicos como Marc Levin o la web de la derecha radical, Breitbart. Pero este lunes, la consejera del presidente Kellyanne Conway ha sugerido que Trump tiene información privilegiadacon la que nadie más cuenta. “Él es el presidente de EEUU. Tiene una información y una inteligencia que el resto de nosotros no tenemos y así es como debe de ser para los presidentes”.

Este nuevo capítulo del embrollo con las agencias de inteligencia, que están investigando los contactos de la campaña de Trump con Rusia, no ha hecho más que ahondar las sospechas que rodean al presidente y su entorno. Porque si fuera cierto lo que ha dicho Trump, algo que ni siquiera convence a sus correligionarios, cabría la posibilidad de que el FBI hubiera obtenido una orden judicial para poner en marcha las escuchas tras constatar indicios de delito en las comunicaciones con el Kremlin. Esa es la única fórmula que existe para hacerlo legalmente, como ha subrayado el senador republicano Lindsey Graham.

“Sería muy preocupante si, de hecho, la Administración de Obama hubiera obtenido legalmente una orden judicial para investigar las actividades de campaña de Trump con un gobierno extranjero”, dijo Graham en una entrevista. El presidente tiene por ley autoridad para desclasificar cualquier información que considere oportuna, pero Trump, al que le serviría para demostrar sus acusaciones, no lo ha hecho.