No será ninguna fuerza disuasoria en caso de una invasión militar. Pero sí hará más difíciles incidentes fronterizos que provoquen picos de tensión con Moscú, como el sucedido en la vecina Estonia en el 2014, cuando un miembro de los servicios de contrainteligencia del país fue, según el Gobierno de Tallin, secuestrado a punta de pistola en el lado estonio de la frontera, dos días antes de que aterrizara en el país el presidente estadounidense Barack Obama.

El ministro del Interior lituano, Eimutis Misiunas, acaba de anunciar la construcción de una valla de dos metros de alto y 130 kilómetros de longitud que separará a su país de la vecina Rusia, en un momento en que crece la tensión en la región del Báltico, donde la OTAN y Rusia refuerzan sus contingentes militares a uno y otro lado de una frontera, hasta ahora señalada solo por carteles de advertencia y una banda de control de 13 metros.

La construcción será equipada con equipos de videovigilancia y costará alrededor de 30 millones de euros, que serán financiados con fondos europeos. "La seguridad de nuestra frontera no es solo importante para nuestro país, lo es para la totalidad de la Unión Europea", ha argumentado Arvydas Anusauskas, miembro del Comité para la Seguridad y la Defensa Nacional.

"No va a detener a tanques, pero sí será muy difícil escalarla", ha asegurado Misiunas. La valla, según el responsable, hará más difíciles "provocaciones" como la que sufrió el agente del contraespionaje estonio Eston Kohver en el 2014, desplegado en la zona para luchar contra el contrabando. Tras su detención -que Moscú asegura sucedió en territorio ruso- Kohver fue juzgado y condenado en Rusia a 15 años de prisión por espionaje, aunque fue devuelto a su país un año más tarde en un intercambio de prisioneros.

FRONTERA LLENA DE CONTRABANDISTAS

Al igual que el escenario donde sucedió el incidente con el agente estonio, la frontera entre Lituania y Rusia es un escenario donde actúan contrabandistas del enclave de Kaliningrado que introducen en Estonia mercancías como cigarrillos. El Gobierno de Vilniusdenuncia que algunas de estas bandas actúan con la connivencia con los servicios fronterizos rusos, lo que podría provocar que un incidente con ellas desencadenara una escalada de tensión con el Kremlin.

En el lado ruso de la demarcación común, los funcionarios han respondido con cierto sarcasmo a las intenciones de su vecino. Anton Alikhánov, gobernador interino del enclave de Kaliningrado, la antigua Prusia Oriental alemana que tras la segunda guerra mundial paso a soberanía de la URSS tras ser evacuada la población autóctona, ha declarado dispuesto incluso a colaborar en la tarea.

"Si nuestros colegas lituanos quieren levantar una valla para detener a los contrabandistas ilegales, estamos dispuestos a proveerles de material de construcción", ha declarado Alikhánov a los medios gubernamentales rusos, al tiempo que recordó que su país contaba con una "maravillosa fábrica de producción de ladrillo" en la zona fronteriza. La construcción comenzará en primavera, y se prevé que haya finalizado al acabar el 2017.

Desde el inicio de la guerra en Ucrania, la tensión ha ido en aumento en la región del Baltico, considerado, junto con el mar Negro, el principal escenario de la nueva guerra fría que enfrenta a Rusia con Occidente. En verano, la OTAN acordó el despliegue de una fuerza multinacional rotatoria de 4.000 hombres en Polonia y las tres repúblicas bálticas y Polonia, con la intención, según Bruselas, de enviar una señal disuasoria a Moscú ante posibles tentaciones de ocupar militarmente estas exrepúblicas soviéticas, que sienten su seguridad comprometida.

Moscú, por su parte, ha reforzado su contingente militar en el enclave de Kaliningrado. En octubre, admitió que había desplegado en el territorio de 950.000 habitantes, emparedado entre Polonia y Lituania, misiles tácticos Iskander capaces de portar cabezas nucleares y alcanzar ciudades como Berlín. Además, la base naval de Baltysk ha visto cómo crecía el número de buques de guerra allí estacionados.