La singularidad de Córcega puede tener un hueco en la Constitución francesa cuando este verano se modifique la Carta Magna. Es la única concesión del presidente francés, Emmanuel Macron, a las reivindicaciones de los líderes nacionalistas que gobiernan la isla con mayoría absoluta desde las elecciones de diciembre.

Macron no es partidario de un estatuto similar al de los territorios de ultramar, como reclaman los dirigentes de la isla, y ha dejado claros los límites de la «especificidad» corsa en el discurso pronunciado ayer en Bastia -en una sala sin banderas corsas, solo francesas y europeas- para exponer su política hacia la isla. «Si la especificidad de los corsos es para ser enemigos de la República, es un error y no puedo aceptarlo», alertó.

La primera visita a Córcega desde que llegó al Elíseo era un verdadero test para Macron. La pujanza del nacionalismo y el nuevo contexto político del que ha desparecido la violencia del Frente de Liberación Nacional Corso (FLNC) situaban al presidente francés en una posición incómoda ante las aspiraciones de mayor autonomía de los líderes corsos.

El presidente ha tenido que hacer ciertos equilibrios. Mostró firmeza el martes en Ajaccio durante el homenaje al prefecto Claude Érignag, asesinado por un comando nacionalista hace justo veinte años, se negó a conceder la amnistía a los condenados por terrorismo y rechazó cualquier pretensión que sitúe a Córcega fuera del ámbito de la República francesa.

En Bastia, el tono fue más moderado pero el mensaje igual de contundente. «Córcega está en el corazón de la República», resaltó. Respecto a una de las demandas clave, la de la cooficialidad de la lengua corsa, Macron no se salió del guión. La lengua corsa debe preservarse y desarrollarse, el Estado apoya su aprendizaje con 9 millones de euros anuales pero en Francia hay una lengua oficial, el francés. «El bilingüismo sí, pero no como una nueva frontera».