Emmanuel Macron reajusta su política exterior. Un año después de haber lanzado una ambiciosa reforma de la Unión Europea e intentado sin éxito mantener a Estados Unidos en el Acuerdo del Clima de París o en el pacto nuclear con Irán, los planes del presidente francés tropiezan con una realidad adversa.

Por un lado, la vitalidad de los partidos nacionalistas antieuropeos en Hungría, Austria, República Checa o Italia, sumada a la debilidad de la cancillera alemana Angela Merkel, lastra cualquier propuesta de refundación de la UE. Por otro, el unilateralismo del presidente norteamericano Donald Trump priva a los Veintisiete de un socio fiable. Esta doble crisis obliga, según Macron, a repensar la organización colectiva de la UE y sus estrategias. «A sacar las consecuencias del fin de la guerra fría», les dijo ayer a los 250 embajadores franceses reunidos en el Elíseo para exponerles las líneas de la diplomacia francesa en los próximos meses. Durante un largo discurso sin grandes sorpresas, el presidente francés defendió revisar la arquitectura europea de seguridad y defensa para que no repose únicamente en EEUU. Macron presentará en los próximos meses esta iniciativa que según adelantó, se tratará de reforzar el artículo 42-7 del tratado europeo sobre defensa mutua. «Tenemos que garantizar nuestra seguridad y nuestra soberanía», alertó. A su juicio, el socio con el que Europa había construido el orden multilateral de posguerra «parece haber dado la espalda a esta historia común».

Su intervención fue también un pistoletazo de salida para las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mayo que auguran un combate entre los populismos que progresan al calor de la crisis política derivada de la gestión del flujo migratorio y la visión de una Europa que protege. «Los extremos han progresado y los nacionalismos se han despertado. ¿Es un motivo para abandonar? Por supuesto que no. Todo lo contrario, hay que redoblar esfuerzos», insistió.