“Los habitantes de Molenbeek se sentían como animales de zoo”.Hans Vandecandelaere, guía de 'tours' por Molenbeek, antiguo barrio obrero al oeste de Bruselas, y autor del libro 'En Molenbeek', critica así la “injusta estigmatización” a la que se ha sometido al barrio bruselense durante al menos cuatro meses.

Conocido por ser el lugar donde creció Salah Abdeslam, cerebro de los atentados de París del 13 de noviembre que finalmente fue arrestado aquí el pasado 18 de marzo, Molenbeek suscitó un gran interés. Al mismo tiempo que los 'tours' por el centro de Bruselas sufrieron una fuerte disminución de turistas, Molenbeek vivió durante este periodo un repentino aumento de visitas, no solo por parte de los medios de comunicación, sino de un número creciente de personas con inquietudes sociológicas, antropológicas e incluso urbanísticas que empezaron a acudir al barrio.

La asociación Brukselbinnenstebuiten, para la que trabaja Vandecandelaere, organizó 58 'tours' por Molenbeek, con un total de 930 participantes solo entre el 1 de enero y 30 de junio. Unas exploraciones que, lejos de las rutas turísticas habituales, buscan precisamente alejarse de los clichés injustificados.

Y es que Molenbeek también vivió lo que el Vandecandelaere tilda de “periodo negro”, coincidiendo con los cuatro meses comprendidos entre los atentados de París y de Bruselas. El guía recuerda que “la avalancha de medios de comunicación fue desproporcionada", sobre todo después de que capturaran a Abdeslam. “Era un ataque a la energía de los habitantes”, arguye.

IMPACTO ENTRE LOS VECINOS

Molenbeek es un barrio muy grande de Bruselas, pero la zona que habitualmente se tilda de conflictiva es una parte muy pequeña, explica. “El yihadismo es parte de su realidad, pero lo que no se puede hacer es coger a cualquier persona por la calle que parezca musulmana y preguntarle por la radicalización”, se lamenta en alusión a la actitud de la prensa. En Molenbeek viven alrededor de 8.500 personas y para la mayoría "fue un “verdadero 'shock' que el responsable de los ataques de París se hubiese criado en su propio barrio. Durante esos meses, la gente de Molenbeek estaba aterrorizada”.

El barrio ya sufría una imagen negativa antes de los atentados. Las consecuencias de la desindustrialización de Bruselas empobrecieron a una parte de esa zona, que durante años se convirtió en el refugio de numerosas personas de baja cualificación que se quedaron sin trabajo. Pero esa imagen de decadencia había comenzado a desaparecer alrededor del 2013, momento en que el barrio empezó a transformarse a consecuencia de los movimientos migratorios internos: bruselenses de clase media y jóvenes y estudiantes empezaron a mudarse allí. El aperturismo se estaba haciendo evidente y una consecuencia directa fue el establecimiento de algunos hoteles en los límites del barrio. “De repente, empezaron a verse turistas con mapas en una zona impensable hace 10 años”, sostiene Vandecandelaere.

ESTIGMATIZACIÓN CRECIENTE

Por ello, con los atentados, los habitantes de Molenbeek temían que se acrecentara la estigmatización del barrio, explica el guía, que asegura que incluso a él le llegó a suponer un problema deontológico: “Si en mis 'tours' alguno de los participantes se paraba a mirar la casa de Salah Abdeslam, a mí me entraban ganas de parar. Me preguntaba si estaba haciendo lo correcto”.

Pese al “gran daño” que ya supuso para el barrio el arresto de Salah, lo cierto es que el aumento del interés por parte de expertos en sociología y antropología , entre otros campos, está ayudando a desactivar la estigmatización del barrio. “Cuando la gente viene a los 'tours', cambia de opinión con respecto al lugar”. Y esta opinión será poco a poco "difundida por el resto de la sociedad”, explica el experto, que no deja de repetir que Molenbeek ha sido “injustamente estigmatizado”.

Tras los atentados de Bruselas del 22 de marzo, el discurso que acusaba a Bélgica de falta de integración de los habitantes de Molenbeek desapareció. El hecho de que los policías se movilizaran por todo el país demostró que el barrio no era el único problema, sino que el problema del radicalismo religioso era nacional e internacional. Y es que, como recuerda Vandecandelaere, “Molenbeek es solo una imagen de una foto mucho más grande”.