El periodista extranjero en Pyongyang siente la cita con la Historia cuando en tiempos convulsos le despiertan a las 4.30 de la mañana y le urgen a aparecer en el vestíbulo del hotel sin cámara, ordenador, agua ni tabaco para un acto “grande e importante”. Un ensayo nuclear, quizá un misil intercontinental... Y siente la decepción lacerante cuando cinco horas después ve a Kim Jong-un cortando la cinta roja de una calle ajeno a la flota estadounidense que se acerca con “todas las opciones sobre la mesa”. Todo cabe en Corea del Norte, la postmoderna corte de los milagros.

El madrugón permite confirmar que en las calles de Pyongyang hay más cemento que vida. La certeza se acentúa frente a la espigada Torre de la Inmortalidad que promete la compañía eterna de los queridos líderes y limita por el norte la nueva calle Ryomyong. Y de pronto surge un caudal humano incontenible: estudiantes y jubilados con globos, flores o banderas, trabajadores de cuello blanco y azul, militares y policías, mujeres con vestidos étnicos y hombres con uniformes verdes, azules o marrones… una orgía cromática que castiga el cliché. Unas cien mil personas, y los cálculos se antojan conservadores, se aprietan frente al atril cuando empieza a hablar el primer ministro, Pak Pong Ju.

“Es un gran acontecimiento, mucho más poderoso que la explosión de cientos de cabezas nucleares en la cabeza de nuestros enemigos”, revela. No es ese tono sincopado y anodino de los líderes chinos que con ligeras inflexiones de voz marcan el aplauso protocolario en el Gran Palacio del Pueblo. Pak acaba cada frase en alto, arriba y más arriba, despierta un ardor juvenil. A los cinco minutos entran ganas de dirigirse otra vez el Paralelo 38.

El simbolismo de Ryomyong justifica la pompa. La nueva travesía une la prestigiosa Universidad de Kim Il Sung con su mausoleo. Es uncomplejo de rascacielos con más de 40 plantas (el más alto cuenta con 70) que albergará 4.800 viviendas construidas con tecnología geotérmica y solar. La última no es un alarde sino una necesidad ante los rutinarios cortes por la escasez energética. Decenas de periodistas han sido invitados estos días por el Gobierno leninista y queda claro que era prioritario enseñar la refulgente Ryomyong para luchar contra el estigma de país pobre y atrasado.

“Es un símbolo del triunfo de nuestra autosuficiencia, sólo hemos utilizado nuestros materiales. Y también del fracaso de las sanciones internacionales. No sólo seguimos con nuestra carrera nuclear sino dándole bienestar a nuestra gente”, me explica un funcionario de Asuntos Exteriores que exige anonimato.

MILES DE GLOBOS

El discurso termina, se liberan miles de globos y Kim Jong-un se marcha con su hermana Kim Yo-jong en un Mercedes negro tras cortar la cinta. Ha sido una labor de aliño, apenas unos aplausos intermitentes al discurso de su primer ministro. Quizá reserve fuerzas para lo que le espera.

Asegura Pyongyang que todo se levantó en un año y lo corrobora Cho Jung-chol, de 40 años, orgulloso ante su obra entre la multitud. “Prometimos al líder Kim Jong-un que lo acabaríamos el 15 de abril y lo cumplimos”, dice. Trabajaron día y noche, en turnos de 12 horas, con un día de descanso cada diez. “Sólo pensaba en cumplirla”, repite, otorgándole el mérito al líder por su dirección. “Cuando le he visto hoy aquí, mi espíritu ha subido como uno de esos globos”, termina. Es un hombre sinceramente feliz.

Ryomyong es un desvarío arquitectónico. Hay edificios circulares, cuadrados, octogonales y de formas lisérgicas, de colores diferentes y enfrentados, sin ningún indicio de patrón. Algunos se esfuerzan en encontrarlo: ese edificio rematado con una forma de libro invertido albergará a los profesores, aquel con silueta parecida a un enchufe a los científicos…

Son los mimados del régimen. Recibirán las viviendas gratis y disfrutarán de un entorno envidiable con cines y tiendas. U Un-ae es una de ellas. La joven de 29 años enseña en la universidad todo lo relacionado con la kimilsungia y kimjongilia, las dos flores creadas en honor al padre y al abuelo del dictador actual. Ese símbolo de la heterodoxia nacional acumula ventajas, señala. “Las flores no son muy difíciles de cultivar, son muy bonitas y además me permiten explicar todos los logros de nuestros líderes”, revela.