Los helicópteros empezaron a sobrevolar el centro de la ciudad unos minutos después de las once de la noche. A partir de ese instante el ruido fue ininterrumpido. Pronto los acompañaron las sirenas de las ambulancias y de los distintos dispositivos policiales que acudieron a la zona del Manchester Arena, en el centro, pegado a la estación de trenes de Victoria, la segunda más importante de la ciudad.

Cuando aún no se conocían las consecuencias de la explosión, un testimonio dio la primera voz de alarma en la radio local: “Había cuerpos por todos lados. No sé cómo sobrevivimos. Os aseguro que no lo sé…”. Diez ambulancias subieron en fila Chapel Street hacia el lugar de los hechos. En dirección contraria corrieron los supervivientes. Unos bajando hacia Deansgate, una de las calles comerciales más populares, otros recuperando su vehículo de los numerosos parkings exteriores que rodean el Arena.

Dos de ellos, Frank y Melissa, se encerraron durante más de 20 minutos en su coche en el parking de Greengate para avisar a sus familiares. Desde allí siguieron las actualizaciones de la policía a través de las redes sociales. Hasta que no contactaron por teléfono con sus seres queridos, no emprendieron el viaje de regreso a York.

Gritos y empujones

“Estaba cerca de las taquillas cuando la explosión me empujó hacia adelante”, explicó un testigo a la BBC. La explosión le sorprendió mientras esperaba la salida de su mujer e hijos. Karen Ford relató el momento de la explosión: “Todo el mundo se giró para ver qué pasaba. Alguien dijo que era una bomba. Entonces hubo empujones para salir. La gente gritando. Terrible”.

El ruido inicial de la explosión fue muy limitado, a cinco minutos del recinto pasó desapercibida. Después del caos, con la población atenta, la explosión controlada por parte de los artificieros de una bolsa en los jardines de la catedral de St Mary sí pudo apreciarse claramente. Para entonces la ciudad seguía más despierta que de costumbre. Lo confirmaban las luces de los múltiples apartamentos que rodean la zona.

Las principales vías de acceso al Manchester Arena fueron acordonadas. Los curiosos se agolparon al inicio de la zona vallada, cerca de la catedral, desde donde las televisiones emitían sus directos. Manchester suele ser bastante activa de noche. Es complicado pasear de madrugada sin toparse con nadie. Los taxistas trasladaban gratis a las personas que querían alejarse. A las tres de la mañana, Manchester era una ciudad fantasma que seguía dominado por el ruido de las hélices