El 5 de diciembre del 2003, cuando Ariel Sharon estaba sano, Yasir Arafat malvivía en la Mukata de Ramala, Mahmud Abbás había dimitido hacía poco como primer ministro y Hamás ni siquiera soñaba con gobernar la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Ehud Olmert, a la sazón número dos de Sharon, declaró: "Los parámetros de una solución unilateral son: maximizar el número de judíos, minimizar el número de palestinos, no retirarse a las fronteras de 1967 y no dividir Jerusalén". Tres años después, éstos son los pilares del plan con el que Olmert prevé marcar las fronteras de Israel en el 2010 y, con ello, alumbrar ilegalmente una Palestina inviable.

Mapa en mano, los detalles del plan no están definidos pero, siguiendo al milímetro el legado de Sharon, el futuro primer ministro sí ha precisado sus líneas maestras. Israel pretende quedarse toda Jerusalén, incluyendo la parte árabe, y los asentamientos que la rodean, además de las colonias de Ariel y Gush Etzion. También el Valle del Jordán. Esto implica evacuar a unos 60.000 colonos de los 420.000 existentes.

El muro

En otras palabras, Olmert quiere anexionarse todo el territorio situado al oeste del muro de Cisjordania. Al otro lado de la barrera sólo queda el 8% de las colonias, que son las candidatas a ser evacuadas. Y ni siquiera eso, ya que se hace difícil de creer que Israel renuncie a los 400 colonos de la ciudad vieja de Hebrón y a los asentamientos que rodean esta ciudad palestina. Los mapas actuales no reflejan fielmente la magnitud de la anexión, ya que Olmert ha anunciado que los colonos evacuados serán recolocados en las colonias restantes, que serán ampliadas. Para hacerse una idea del calado del proyecto, el plan rector para llevar Maale Adummim desde Jerusalén hasta Jericó data de antes de la Intifada. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) calcula que, sin ampliaciones y contando la red de carreteras que une las colonias, Palestina se quedaría reducida al 54% de Cisjordania y a Gaza.

El plan de Olmert, al cual ayer la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, dio algo parecido a un apoyo, demuestra que los palestinos tenían razón, al igual que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, cuando afirmaban que el muro nunca fue una herramienta temporal de seguridad, sino una forma de anexionarse tierra. En estos tiempos en los que se exige a EEUU que cierre Guantánamo en nombre de la Convención de Ginebra, aceptar la iniciativa de Olmert es una contradicción. Los asentamientos son ilegales según la Convención de Ginebra, y anexionarse parte de Cisjordania y Jerusalén Este vulnera, entre otras normativas internacionales, la resolución 242 de la ONU.

País sin centro político

Por no hablar de que la Palestina resultante sería inviable, sin su corazón económico y político (Jerusalén Este), sin continuidad territorial, sin más frontera al exterior que la de Gaza con Egipto y con una Cisjordania unida con pinzas a través de una red de carreteras elevadas, puentes y túneles que obligará a la población a dar ingentes rodeos. Israel ya ha diseñado, y en algunos casos ya construye, esta red viaria. También están en funcionamiento los accesos a través del muro de personas y mercancías, auténticos pasos aduaneros y fronterizos. De hecho, si Olmert quisiera poner en marcha el plan de inmediato sólo necesitaría acabar el muro, un pacto nacional sobre las colonias a evacuar y la logística del desalojo. El resto lleva tiempo en marcha.

La unilateralidad lleva tiempo forjándose, a nivel político y sobre el terreno, y no nació con la victoria de Hamás en las elecciones. Sharon ya decidió mucho antes cuáles iban a ser las fronteras de Palestina, y Olmert sólo sigue sus pasos.