En el ‘Golfo Azzurro’ se madruga. Arranca el segundo día de misión -la número 11 de la oenegé Proactiva Open Arms en aguas del Mediterráneo central al rescate de inmigrantes- y el pesquero permanece atracado todavía en el puerto maltés de Bezzina por las inclemencias meteorológicas en alta mar.

Con la limpieza y la intendencia ya prácticamente listas, la sala hospitalaria impoluta y las embarcaciones de rescate revisadas, llega el momento de preparar el alma. Una cuestión que la oenegé no considera baladí y a la que otorga el lugar que merece. Por eso, cada miembro de la tripulación tiene asignado un psicólogo en tierra -todos también voluntarios- con el que contactar en cualquier momento y a cualquier hora.

Marga Lalande, psicóloga experta en trabajar con víctimas del terrorismo, también quería arrimar el hombro. Y ya ha logrado aglutinar a un grupo de colegas voluntarios. Entusiastas, entregados.

Acercarse a una embarcación con cientos de personas hacinadas a la deriva durante horas, sentir la vida del que logra ser rescatado y, en ocasiones, la muerte del que no ha tenido la misma suerte pueden provocar en la tripulación reacciones de lo más diversas que es mejor intentar anticipar. Angustia, ira, tristeza, impotencia, desamparo, frustración… La lista es larga.

PREPARARSE PARA TODO...Y PARA NADA

Una de las primeras reflexiones planteadas es prepararse para todo pero también prepararse para nada. Salir de misión no significa necesariamente encontrar barcos de inmigrantes en alta mar aunque la experiencia demuestra que es muy poco probable volver sin recoger a nadie. Por lo tanto, también es importante estar preparado para, pese a las ganas y la entrega, poder gestionar la posibilidad de no llegar a canalizarlas.

Una novedad que van a vivir los tripulantes del ‘Golfo Azzurro’ con respecto al ‘Astral’, mucho más pequeño, es convivir con los rescatados, quizá durante varios días de navegación. Atención, en este contexto, con los vínculos emocionales que, inevitablemente, se pueden generar… Con ese bebé al que sacas del agua, con aquella mujer a la que curas las heridas, con aquel hombre derrotado pese a una fortaleza física descomunal.Explican los más experimentados que las medidas de asepsia y protección empiezan a relajarse en cuanto se constata que, en ocasiones, coger una mano, hacer compañía y conversar es la mejor medicina.

“Es importante -plantea Marga Lalande- tener muy claro que el cooperante forma parte de un gran engranaje en el que no tiene capacidad de hacer nada con respecto a lo que ha pasado antes y lo que pasará después con las vidas de esas personas a las que rescata”. La psicóloga asegura que uno de los peores momentos es desprenderse de estas personas y dejarlas a una suerte que nadie conoce en su largo periplo hacia Europa. “Se trata de no sentirse responsable ni culpable de lo que le pueda ocurrir a esa persona”, insiste el grupo de psicólogos.

El resto, no por evidente es menos necesario recordarlo. La tripulación es un equipo que se cuida entre sí. Donde no llega el uno, llega el otro.