Ayer a las dos de la tarde hora de Londres, el Air Force One en el que viajaban Donald Trump y su esposa Melania se posó en el aeropuerto londinense de Stansted. Arrancó así una de las visitas más polémicas de un presidente de Estados Unidos a suelo británico. Una estancia rodeada de protestas en la calle y fuerte tensión entre el invitado y la anfitriona, la primera ministra Theresa May. La cita pondrá a prueba la ahora maltrecha relación «privilegiada» entre los dos países.

Por una carambola inesperada, el viaje coincide con la crisis del Gobierno británico a causa del brexit. La disputa condujo a la renuncia de dos ministros principios de semana y de otros cargos menores. Lejos de seguir el principio de no injerencia en asuntos de otro país, antes de embarcarse hacia Londres, Trump puso en duda el plan de May para el brexit.

Farage y Boris

«Voy a un sitio que está muy caliente en estos momentos, con muchas dimisiones», declaró en la conferencia de prensa de la cumbre de la OTAN en Bruselas. «La gente votó por la ruptura (con la UE), luego me imagino que es eso lo que van a hacer. Pero quizás están tomando un rumbo un poco diferente, así que no sé si fue eso por lo que votaron (los británicos)».

Trump es un enemigo de la Unión Europea y un defensor del brexit. Se entiende con Nigel Farage, el que fuera líder del UKIP, y afirma ser muy amigo de Boris Johnson, el ministro dimisionario de Asuntos Exteriores británico, cabecilla de la revuelta contra May, con quien dijo esperar poder encontrarse.

En los últimos 18 meses muchas cosas han cambiado en las relaciones entre Londres y Washington. May fue la primera líder internacional en correr a los brazos de Trump apenas acabado el recuento de votos en las elecciones estadounidenses del 2016. Entonces le cursó una invitación para una «visita de Estado» al Reino Unido, con carruajes, cena de gala en el Palacio de Buckingham, honores en el Parlamento y toda la pompa imaginable.

La invitación se fue aplazando a medida que se multiplicaban los encontronazos con el nuevo presidente. Un ejemplo de esa creciente tensión se vio en noviembre, cuando May públicamente reprochó a Trump que compartiera vídeos antimusulmanes de una formación de extrema derecha británica. «El que trabajemos juntos no quita para que diga sin miedo cuando Estados Unidos se equivoca», dijo. El actual viaje ha quedado rebajado a «visita de trabajo», con bastante menos parafernalia. A la cena de gala con políticos y empresarios en Blenheim Palace, la mansión donde nació Churchill en el condado de Oxford, seguirá hoy un encuentro en la residencia campestre de Chequers con May, y un té con la reina en el castillo de Windsor. De allí la pareja presidencial volará a Escocia, donde pasará hasta el domingo en los dos campos de golf que posee Trump.

Bebé en pañales

El itinerario ha sido cuidadosamente diseñado, para evitar las protestas preparadas en varias partes del país. En Londres, un bebé inflable de color naranja de siete metros, representando a un Trump en pañales en plena rabieta, sobrevolará el Parlamento.