Rusia se ha convertido en el principal protagonista de las audiencias para confirmar a los cargos más importantes de la Administración Trump, lo que de por sí se considera una victoria para Vladimir Putin y sus planes para relanzar la influencia global de su país. La supuesta interferencia de Moscú en las pasadas elecciones estadounidenses y las posiciones conciliadoras expresadas por Donald Trump han puesto al viejo enemigo en el centro del debate, pero a tenor de lo visto en estas dos primeras jornadas, los principales lugartenientes de su futuro gobierno no comparten muchas de las posiciones del magnate. El general James Mattis, el militar elegido para dirigir el Pentágono, ha dicho este jueves que el Kremlin “estátratando de romper la OTAN” y ha abogado por tomar medidas firmes para prevenirlo.

A pesar de su apodo, ‘Perro loco’ Mattis está considerado por muchos en Capitol Hill como un contrapeso a la imprevisible impetuosidad de Trump, una voz con suficiente criterio y experiencia para frenar los fogosos impulsos del próximo presidente. Su visión del mundo está además muy apegada a la tradición estadounidense en política exterior, lo que ha convertido a Mattis en uno de los miembros menos controvertidos de su gabinete. Durante su comparecencia aseguró que, si bien es partidario del diálogo con Moscú, la actitud del Kremlin ha reducido las esferas de cooperación en el tablero global. “Rusia está tratando de romper la OTAN y debemos tomar las medidas diplomáticas, económicas y militares para en concordancia con nuestros aliados de la Alianza para defendernos”, aseguró en el Senado.

Frente al escepticismo de Trump respecto a la OTAN, Mattis se presentó como un firme partidario de la Alianza Atlántica y dijo que Estados Unidos debería mantener una presencia militar permanente en el Báltico para disuadir a Rusia de sus ambiciones. También el barón del petróleo Rex Tillerson, nominado para ocupar la secretaría de Estado, abogó la víspera por una postura más firme de la OTAN en el este de Europa.

LA GRAN OBSESIÓN

Irán ha sido tradicionalmente la gran obsesión de Mattis, hasta el punto que la Administración Obama lo relevó de sus funciones al frente del Comando Central del Ejército por sus posiciones beligerantes respecto al régimen de los ayatolás. En sus respuestas por escrito al Congreso, el marine ha afirmado que “Irán es laprincipal fuerza de desestabilización en Oriente Próximo” y, aunque ha abogado por contrarrestar las ambiciones hegemónicas persas, también se ha distanciado de Trump en lo concerniente al acuerdo nuclear firmado por la Administración Obama. Mattis lo ha definido como “imperfecto”, pero ha dicho que EE UU debería mantenerlo porque dio su palabra a sus aliados.

En paralelo a la audiencia de Mattis, también se ha producido la del exdiputado Mike Pompeo, el hombre elegido para liderar la CIA. Pompeo ha definido los ciberataques atribuidos a Rusia de la pasada campaña electoral como una “acción agresiva adoptada por los más altos cargos del liderazgo ruso”. Como ha hecho Trump, el republicano defendió en su día la tortura como método de interrogatorio, pero hoy ha dicho que se opondrá a su restauración incluso si se lo pide el presidente. Pompeo tiene por delante una misión hercúlea, ya que tendrá que reparar la relación entre los servicios de inteligenciay la Casa Blanca, profundamente dañada por los ataques de Trump. El aspirante a dirigir la CIA ha reconocido que esos comentarios “han afectado a la moral” de los trabajadores de las agencias de inteligencia.