Su nombre no estará en ninguna papeleta, pero Donald Trump es eje y protagonista en las elecciones legislativas que EEUU celebra dentro de tres meses, en noviembre, unos comicios en los que se juega su futuro y el de su presidencia. En las urnas se votará toda la Casa de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (35 de 100), así como gobernadores y legislaturas estatales también trascendentales para el futuro.

Hay señales que apuntan que los demócratas tienen opciones de arrebatar a los republicanos al menos el control de la Cámara baja del Congreso, donde ahora los conservadores tienen una mayoría 236-193. Y aunque con las lecciones aprendidas del 2016 casi nadie osa augurar una ola azul, especialmente con un Partido Demócrata que se dirime entre el giro a la izquierda y la búsqueda de un centro que permita recuperar votantes independientes, la potencial victoria demócrata no solo pondría en jaque la agenda política de Trump, sino que daría alas a uno de sus peores fantasmas: la posibilidad de nuevas investigaciones e, incluso, de un impeachment.

Como lo ha venido siendo históricamente, la participación es una clave fundamental de las midterms (elecciones de medio mandato), donde el partido en la presidencia suele verse castigado, con una media desde la segunda guerra mundial en la que pierde 26 escaños en la Cámara baja y cuatro en el Senado. Pero los conservadores tradicionalmente son más dados a ir a votar y Trump tiene energizadas a sus bases.

Aunque su aprobación general está en el 40% (con un 55% de desaprobación), entre las filas republicanas disfruta de un respaldo tan elevado como estable, que en el último sondeo de Gallup estaba en el 87%.

Trump ha hecho suyo el Partido Republicano y no hay prácticamente ningún candidato conservador que se atreva a alejarse del trumpismo.

Las mujeres, protagonistas

El presidente se apoya además en buenos datos macroeconómicos como el crecimiento del 4,1% en el segundo trimestre, y sigue sacando partido de las cartas de políticas de identidad que explota en temas como la inmigración, donde está ejecutando sus promesas de línea dura de campaña. Incluso tiene satisfechos a los votantes más centrados en valores, especialmente con su nominación del muy conservador juez Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo.

La contrapartida para los republicanos es que son también Trump, sus políticas, su particular estilo y su asalto a las instituciones los elementos que están inyectando energías a los demócratas, esperanzados en reactivar la amplia coalición que llevó a Barack Obama a la presidencia pero se desarticuló con la candidatura de Hillary Clinton.

Las mujeres, especialmente, se han convertido en protagonistas, tanto en candidaturas como en organización. Las donaciones se han disparado y algunos hablan de un aumento de registro de votantes entre los jóvenes.