La nave militar italiana Diciotti, con 177 inmigrantes a bordo, permanecía anoche atracada desde el lunes en el puerto de Catania (Sicilia), pero ninguno de los rescatados en alta mar, personas huidas del África subsahariana por guerras, dictaduras o hambre, podía desembarcar.

Lo impedía una orden del Ministerio del Interior, en la que se precisaba que, antes de autorizar el desembarque, la Unión Europea tenía que indicar los países donde los migrantes serían reubicados. Una petición igual fue cursada formalmente el domingo por el titular de Exteriores, Moavero Milanesi. Desde la presidencia italiana afirmaron que el primer ministro, Giuseppe Conte, estaba mediando para encontrar una solución.

Por el momento, solo España y Francia habrían manifestado «una tímida adhesión», mientras que Austria, que además de ostentar la presidencia de turno de la UE es otro de los países donde predominan los gobernantes populistas, ha solicitado prohibir «cualquier atraque en puertos europeos de barcos con migrantes que lleguen de África».

Mientras tanto, se multiplican las llamadas a favor del desembarque de los refugiados. «Las personas a bordo han sufrido abusos, torturas, son víctimas de la trata y tráfico de seres humanos, necesitan recibir asistencia urgente y derecho a pedir asilo que es un derecho fundamental, no un crimen», declaró Carlotta Sami, portavoz de ACNUR. Otras 15 asociaciones y movimientos de la sociedad civil de Catania hicieron público un mensaje en el que se pedía la apertura del puerto.

El xenófobo titular de Interior, Matteo Salvini, respondió que «antes de autorizar el desembarque sería mejor levantar el teléfono y pedir explicaciones a Bruselas». Salvini ha criticado que la UE no asuma sus compromisos de reubicación de los inmigrantes que llegan a Italia.