El precio a pagar por llegar a un nuevo acuerdo con los conservadores para reeditar la Gran Coalición ha sido muy alto. Once meses después de ser elegido presidente de los socialdemócratas, Martin Schulz anunció ayer que deja el cargo, cerrando un camino a la cancillería que ha terminado en un sonoro fracaso. «Me gustaba mi trabajo», señaló.

Tras su dimisión el expresidente del Parlamento Europeo apuntó a Andrea Nahles, líder parlamentaria del SPD, como su sucesora, una decisión que el partido tomará en un congreso extraordinario en Wiesbaden el 22 de abril. De vencer, se convertirá en la primera mujer que preside el SPD. Hasta entonces, el nuevo ministro de Finanzas, Olaf Scholz, comandará el partido.

A pesar de ser apoyada unánimemente por la directiva, la probable elección de Nahles ya ha abierto otra brecha en el partido. Tras las informaciones que apuntaban a que Schulz transferiría rápidamente el poder para que Nahles pudiese promover el acuerdo de Gran Coalición, las bases habían criticado en las últimas horas una elección que consideraban poco democrática. Esa oposición ha llevado a la alcaldesa de Flensburg, Simone Lange, a presentar su candidatura a la presidencia para «volver a dar voz a los miembros del partido».

La política alemana ha devorado a Schulz. Visto como la esperanza de renovación del partido contra Merkel, no tardó en empezar a decepcionar a los suyos. Duras derrotas regionales y la incapacidad de distanciarse de la cancillera llevaron a los peores resultados de la historia del SPD.