Esta semana, aprovechando un receso en Washington, los congresistas vuelven a sus distritos y muchos de ellos aprovechan para celebrar encuentros con los votantes. A juzgar por lo que se ha visto ya en los town halls que han celebrado desde las elecciones algunos republicanos, que han llenado progresistas y opositores a Donald Trump, pueden esperar abucheos y recriminaciones. Y se viven escenas que despiertan los recuerdos de principios del 2009, cuando el entonces incipiente Tea Party dio sus primeras muestras de fuerza en actos similares de los demócratas tras la elección de Barack Obama.

Los paralelismos van más allá y es algo que deben tener en cuenta Trump y el Partido Republicano pero también, y mucho, el Partido Demócrata. Porque el Tea Party no solo puso en su diana a un presidente y a su formación, sino también a los republicanos. Fue unaauténtica rebelión contra el aparato y triunfó, planteando y ganando duelos que llevaron hasta el poder a candidatos insurgentes, alterando el ADN del partido de Ronald Reagan yallanando el camino para la victoria de Trump.

DERIVA DEMÓCRATA

Algo similar puede ocurrir en la izquierda, especialmente con unPartido Demócrata carente de líder, sin una estrategia definida para realizar la oposición y con heridas aún abiertaspor la lucha de primarias, en la que logró imponerse Hillary Clinton, la candidata del aparato, aplacando las agenda progresista y la energía que había conseguido movilizar Bernie Sanders. Y estos días se leen cosas como la que ha escrito Bhaskar Sunkara, un progresista fundador de la revista socialista 'Jacobin'. “Las elecciones de noviembre son un potente recordatorio de que la mezcla de retórica social incluyente y las políticas económicas neoliberales del aparato de Clinton son una respuesta débil al populismo xenófobo. (...) No podemos construir la resistencia Trump conformándonos con generaciones de líderes impopulares del Partido Demócrata”.

El movimiento progresista es de momento la mayor réplica de la coalición de jóvenes, mujeres y minorías que llevó a Obama a la Casa Blanca y que el partido no supo sostener. Los demócratas que más conectan con él son Sanders, septuagenario, y Elizabeth Warren, de 67 años. Pero hay una desconexión palpable entre la formación y buena parte de su base y algunos, como el recién elegido congresista Jamie Raskin, apuestan porque el partido “se ponga durante un tiempo en ayuno de consultores y encuestadores y dedique ese dinero a organizar” si quiere empezar a recuperar poder en municipios, estados y en Washington, donde está puesta la vista en las legislativas del 2018.

INCIPIENTE REBELIÓN INTERNA

Han empezado, además, las primeras muestras externas de la rebelión interna, como la protesta organizada frente a la casa de Chuck Schumer, el líder de la minoría demócrata en el Senado, para recriminarle su voto a algunos de los nominados del gabinete de Trump.