El terremoto con epidentro en Accumoli y Amatrice, en la prvincia de Rieti, se ha registrado en una zona de “alta sismicidad”, como la define el INGV, el Servicio Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia, que ya en fechas recientes había sufrido temblores de tierra de gran intensidad, entre ellos el que golpeó L’Aguila en el 2006 y Colfiorita en 1997. La propia Accumoli sufrió otro gran seísmo en 1703. El origen es similar en todos los episodios.

Como explica Xavier Goula, jefe de sismología del Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya, Italia se encuentra asentada en una “zona de convergencia” entre dos placas tectónicas, las porciones a modo de puzle que “flotan” sobre la litosfera terrestre. Concretamente, la placa euroasiática y la africana, así como una subplaca llamada adriática, contactan a lo largo de una línea imaginaria que avanza de norte a sur y que es, por ejemplo, la responsable en tiempos geológicos del surgimiento de los Apeninos, la gran cordillera transversal, y también de los Alpes.

Las placas están divididas a su vez en cientos de microplacas que se desplazan constantemente hasta que encuentran una oposición para seguir avanzando. Como resultado, la energía se va acumulando (en este caso concreto, la subplaca del Adriático se está metiendo por debajo de Italia, de este a oeste, y comprime a las otras dos grandes placas). Y entonces acontece la rotura, la falla. La "liberación de la tensión", prosigue Goula, se traduce externamente en forma de terremotos... hasta que la tierra entra en un nuevo proceso de equilibrio.

Estadísticamente, Italia sufre un terremoto de magnitud 6 en la escala de Richter o superior cada diez años, pero con las herramientas de que dispone la ciencia actualmente "es imposible predecir la llegada de un seísmo", insiste Goula: "Sabemos que es una zona de riesgo, pero no podemos asegurar que en fechas próximas vaya a haber más o todo lo contrario, que no los haya".

Carlos González, especialista del Instituto Geográfico Nacional español, explica que tras el temblor se registraron numerosas réplicas, más de 160, incluyendo una de magnitud 5,5, y posiblemente en fallas distintas que se activaron a partir del terremoto inicial.

El epicentro del temblor se situó a solo cuatro kilómetros de profundidad, lo que ayudó a que la onda sísmica fuera más fuerte -se percibió en Roma, a 140 kilómetros en línea recta-, a lo que debe unirse la estructura del terreno, formado esencialmente rocas sedimentarias que contribuyen a la inestabilidad. Fabricio Curcio, director de la Protección Civil italiana, ha explicado que la intensidad del terremoto fue comparable a la de L’Aquila, pero en aquel caso las víctimas mortales fueron más porque aconteció en una zona más poblada.