Theresa May sufrió ayer el miércoles una significativa derrota en la tramitación del brexit, a manos de sus propios diputados. Un grupo de conservadores rebeldes plantó cara al gobierno reclamando para el Parlamento el poder de aprobar o rechazar en votación el acuerdo final de salida de la Unión Europea. Los disidentes presentaron una enmienda al proyecto de ley para transvasar las normas de derecho europeo al derecho británico, exigiendo que en ella figure una garantía específica y legal de ese compromiso.

Los «amotinados» y «traidores», como les han venido llamando desde las filas del gobierno, estaban encabezados por una figura prestigiosa, el antiguo fiscal general, Dominic Grieve, del ala más liberal del partido. Todos ellos, -se calcula que una docena-, hicieron frente común con la oposición laborista, los liberales y con los independentistas escoceses del SNP. Tras ocho horas de intenso debate en la Cámara de los Comunes, con intercambios muy tensos, especialmente entre los propios diputados conservadores, la enmienda fue aprobada y el gobierno perdió por 309 votos frente a 305 contra la propuesta. Sólo 4 votos de diferencia, pero un traspiés cualitativo.

LA VÍSPERA DE LA CUMBRE / La derrota es aún más penosa para May porque se produjo la víspera del viaje a Bruselas y de la importante cumbre europea, en la que se dará luz verde a la segunda fase de las negociaciones del brexit. El Reino Unido ha mostrado nuevamente cara a Europa las profundas diferencias internas y la desunión a la hora de adoptar una postura común sobre el brexit. «Theresa May se ha opuesto a la transparencia de la democracia. Su negativa a escuchar implica el que ahora tiene que aceptar que el parlamento retome el control», señaló el líder laborista, Jeremy Corbyn.

Por primera vez los propios tories han infligido un castigo a la primera ministra, que gobierna en precario, con una corta mayoría desde junio, gracias a su alianza con el DUP de los unionista norirlandeses. La enmienda era importante. Lo que estaba dilucidándose era si el poder constitucional supremo seguía recayendo en el parlamento como corresponde a una democracia, o podía ser asumido por el gobierno, tal y como pretendía May, acogiéndose a los llamados «poderes de Enrique VIII», una disposición que permite a los ministros modificar una ley eludiendo el control parlamentario.

May en su intervención prometió a diputados y lores un «voto significativo» sobre el acuerdo «mucho antes» de la fecha de salida del Reino Unido el 29 de Marzo del 2019. Pero su palabra no bastaba. La enmienda de Grieve, para sellar legalmente el compromiso, contaba con el apoyo de todo el resto de los partidos en Westminster. Es muy posible que la cámara alta, la Cámara los Lores, también la respalde a principios del próximo año. Grieve tiene además el apoyo de los británicos.

GOBIERNO BAJO PRESIÓN / Según un sondeo publicado esta semana, el 61% de los consultados aprueba el que los diputados sean quienes rubriquen con su voto la decisión final.

«Estamos decepcionados», señaló en un comunicado el portavoz del ministerio del brexit. «Vamos a decidir ahora, que nuevos cambios, son necesarios para que la ley cumpla su propósito vital». El gobierno está ahora bajo fuerte presión para retirar otra enmienda que se discutirá la próxima semana y con la que May fija la fecha del 29 de Marzo del 2019 como día inapelable para romper con Europa. Si no la retira es muy posible que se encamine hacia una segunda derrota. Muchos diputados rechazan tal rigidez.

El diputado conservador amotinado que impulsó la propuesta que ha provocado la primera derrota parlamentaria de May como primera ministra, Dominic Grieve, es un exfiscal general británico y defensor de la permanencia en la UE antes del referéndum del año 2016.