Su libro 'Siria. Revolución, sectarismo y yihad' es la mejor guía para orientarse en el complejo y multidimensional conflicto sirio. Ignacio Álvarez Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante, analiza las consecuencias que puede tener en el tablero sirio la irrupción de tropas estadounidenses sobre el terreno.

-¿Por qué era necesario un libro sobre Siria?

-Porque la guerra siria ha sido mal contada. A pesar de que ha provocado la mayor crisis humanitaria en Oriente Medio desde la Segunda Guerra Mundial sólo han aparecido una docena de libros en castellano, la mayor parte centrados en el autodenominado Estado Islámico. Existe un evidente déficit de información, situación que este libro intenta remediar.

-Hace un libro muy pedagógico. ¿Qué pretende hacer entender con su obra?

-Que se trata de un conflicto multidimensional. Resulta complicado entender el enfrentamiento entre el régimen autoritario y los grupos armados rebeldes sin aludir a la injerencia de las potencias regionales en Siria, que ha intensificado el sectarismo en el conflicto y azuzado a los grupos yihadistas.

-La guerra en Siria entra en su sexto año. ¿Hay expectativas de que llegue a su fin?

-La pérdida de la zona este de Alepo por los grupos rebeldes ha marcado un punto de inflexión. Hay un evidente agotamiento entre las partes y sus patrocinadores. Entramos en una fase menos virulenta en la que el régimen y sus aliados tratarán de recuperar las bolsas rebeldes en el centro del país y los grupos opositores intentarán replegarse en sus feudos del norte y el sur a la espera de que las conversaciones de paz produzcan resultados palpables.

-¿Es factible que Bashar el Asad gane la guerra?

-No cabe duda que la intervención rusa en Siria ha cambiado las tornas y ha permitido al régimen recuperar parte del terreno perdido, pero a día de hoy sus fuerzas tan sólo controlan un tercio de Siria en el que habitan dos terceras partes de la población. El futuro de Asad depende por completo de Rusia e Irán, sus principales valedores. Mientras Moscú parece abierto a desplazarle del poder si con ello puede garantizar que sus intereses serán respetados en la posguerra, Teherán es del todo inflexible.

-Su libro expone muy claramente como, en sus inicios, la revuelta contra Asad era democrática y laica. ¿Por qué ha degenerado tanto ese conflicto?

Creo que existen dos razones fundamentales. El abandono de los países occidentales a las voces moderadas que reclamaban la instauración de un sistema democrático y la irrupción de las fuerzas islamistas que obtuvieron un cheque en blanco por parte de las petromonarquías del golfo Pérsico. Esto ha provocado que la revolución popular haya sido secuestrada en cierta medida por las facciones islamistas.

-EEUU ha anunciado esta semana el envío de 400 marines a Siria y este lunes vimos tanques con la bandera estadounidense. ¿Ha decidido Trump meter a EEUU en el conflicto?

Durante la campaña electoral, Trump prometió acabar con el autodenominado Estado Islámico en cien días. El tiempo corre y, por eso, se están acelerando las ofensivas sobre Raqqa yMosul. Sorprende que Asad, que siempre se ha presentado como una punta de lanza contra el imperialismo americano en la región, reciba ahora a las tropas americanas con los brazos abiertos. Sin duda pretende presentarse como un mal menor frente al caos yihadista.

- Esta semana ha habido una reunión en Turquía de los jefes de estado mayor de Turquía, Rusia y EEUU para preparar la ofensiva en Siria. ¿Significa esto que EEUU y Rusia van a ir de la mano?

La ofensiva sobre Raqqa se ha demorado por la falta de una coalición local que combata al ISIS. Para el régimen, el grupo yihadista sigue siendo un enemigo útil porque le permite presentarse como un mal menor. Los rebeldes, por su parte, consideran que su principal enemigo es el régimen y que abrir un segundo frente les debilitaría. Es ahí donde entran las fuerzas kurdas, que probablemente asuman un papel clave en la ofensiva, algo que Turquía pretende impedir a toda costa para evitar que se conviertan en una actor clave en el futuro.

-¿Qué papel crees que pretende jugar Trump con el enví­o de tropas terrestres?

-En realidad no se trata de un cambio tan drástico, porque Obama autorizó el envío de medio millar de asesores militares al Rojava, el Kurdistán sirio, para adiestrar a las Fuerzas Democráticas Sirias capitaneadas por los peshmerga kurdos. Ahora se trata de reforzar esa misión de asesoramiento ante la inminente ofensiva sobre Raqqa, aunque dichas fuerzas no participarán en la batalla para evitar asumir el coste político de posibles víctimas.

-Que puede suponer la irrupción del actor estadounidense en un escenario tan complejo como Siria?

-Realmente EEUU opera en Siria desde el verano de 2014 cuando se puso al frente de una coalición internacional para combatir al califato yihadista proclamado por el EI. Desde entonces ha lanzado más de 15.000 ataques contra sus posiciones en territorio sirio e iraquí, que lo han desgastado y puesto a la defensiva, pero no han sido suficientes para derrotarlo. La gran novedad es que EEUU está dispuesto ahora a coordinarse con Rusia en su guerra contra el EI y, además, Trump está preparado para pagar el elevado precio que la pedirá Putin: probablemente el mantenimiento de Asad en la presidencia.

- ¿Qué supone la ofensiva inminente sobre Raqqa en el conflicto en Siria?

Representaría un primer paso para extirpar el cáncer del Estado Islámico, una fuerza foránea que ha aprovechado el vacío de poder existente para implantarse en Siria. No obstante, todavía sigue controlando buena parte de la cuenca del Éufrates, por lo que su derrota total no es factible en el corto plazo.

- ¿Qué papel ha logrado obtener Rusia en el conflicto ahora?

Los éxitos militares de Rusia le han llevado a asumir un protagonismo político cada vez mayor con el que ahora intenta legitimar su intervención militar. Ha establecido un canal de negociaciones en Astaná para tratar de influir en el desarrollo de las conversaciones de Ginebra. El problema es que Rusia, al contrario que la ONU, no tiene una posición neutral en el conflicto sirio, sino que ha intervenido para apuntalar al régimen y en contra de los grupos rebeldes. Con estas credenciales parece difícil que su mediación vaya a ser honesta.