Llevaban meses enteros amenazando que lo harían; asegurando que estaban dispuestos a hacerlo; diciendo que, si las milicias kurdas de las YPG no se marchan, serían ellos quienes los echarían.

Ayer, Turquía bombardeó la provincia de Afrín, situada en el norte de Siria, junto a la frontera. El Ministerio de Defensa turco anunció el comienzo de la operación y que Ankara enviará soldados para tomar dicha provincia controlada por las YPG. Este grupo, opositor a Bashar el Asad, recibe el apoyo de Estados Unidos y de Rusia en la lucha contra el Estado Islámico.

Y esto es, precisamente, lo que molesta a Ankara. Dentro de las YPG hay miembros de la guerrilla del PKK, un grupo catalogado como terrorista tanto por la Unión Europea (UE) como por EEUU. Turquía, a diferencia de sus aliados de la OTAN, ve a las YPG enteras como una organización terrorista: está absolutamente en contra de su expansión en Siria.

EEUU pidió a Turquía que no ataque a sus aliados, pero el Gobierno de Erdogan dice estar determinado. «La amenaza contra Turquía se incrementa día tras día. Esta operación tendrá lugar. Lucharemos contra el terrorismo», dijo ayer el ministro de Defensa turco, Nurettin Canikli, que explicó que, para esta operación, Turquía cooperará con Moscú. Pero no con Washington.

Durante el jueves, varios altos mandos del Ejército turco viajaron a Rusia para negociar con el Kremlin el inicio de la ofensiva: es Moscú quien debe permitir a Ankara el uso del espacio aéreo de la región de Afrin. En la zona, además, hay presencia de asesores militares rusos.

Según la prensa turca, que explicó que la artillería contra posiciones de las YPG se ha multiplicado en las últimas horas, los rusos se han apartado. Rusia, de momento, ni lo ha confirmado ni desmentido, pero parece dar luz verde a la operación.

Quien se mostró en contra de la operación --a parte, por supuesto, de las YPG-- fue el régimen de Damasco, cuyo principal aliado es Moscú. «Avisamos al Gobierno turco que, si inician operaciones de combate en Afrin, lo consideraremos como una agresión», explicó un portavoz de Asad, que dijo que derribarán todo avión turco que traspase la frontera.

Ankara, sin embargo, considera que Damasco no tiene capacidad para hacerles frente: la operación, tanto si el régimen quiere como si no, tendrá lugar.

Con quien sí cuenta Turquía, en cambio, es con el Ejército Libre de Siria (FSA), opositor a Asad. Durante los últimos días, sus miembros se han estado desplazando hacia los alrededores de la provincia de Afrín ante la inminencia del ataque.

«Seguramente la operación empiece este sábado a las 7 de la mañana», dijo un portavoz del FSA. Turquía, en cambio, se ha cuidado de no marcar ninguna fecha para el inicio de una operación, la de Afrín, que complicará más aún —si es posible— la frágil situación en la que se encuentra Siria.