Zimbabue celebra este lunes sus primeras elecciones presidenciales sin Robert Mugabe, el histórico líder revolucionario obligado a dimitir por el Ejército en noviembre del 2017 a sus 94 años después de casi cuatro décadas al mando marcadas por la desintegración económica y la mano de hierro con la que persiguió a sus adversarios. Desde el retiro dorado al que le forzaron sus antiguos aliados en el Ejército y el partido, el anciano expresidente asistirá a una contienda electoral excepcional, y no solo por su ausencia de la lista de candidatos.

Con el joven pastor evangélico Nelson Chamisa (40 años) como aspirante, la oposición confía en alzarse con la victoria en las presidenciales, si bien teme que el partido de Mugabe, aún en el poder, vuelva a valerse de las trampas electorales de las que fue acusado repetidamente el expresidente para evitar el cambio.

Por el partido de Mugabe, ZANU-PF, concurre su sucesor en la presidencia, el también veterano de la guerra de liberación Emmerson Mnangagwa (de 75 años). Las encuestas le sitúan en primer lugar pero a muy poca distancia de Chamisa, que se presenta bajo las siglas del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC).

LA INFLUENCIA DE LA PRIMERA DAMA

Mnangagwa fue vicepresidente y llegó al poder después de que los militares retiraran la confianza a Mugabe molestos por las ambiciones políticas de su esposa, Grace Mugabe, 41 años más joven que el marido y apodada “Gucci Grace” por su afición al lujo.

Desde que se sentó hace ocho meses en el sillón presidencial, 'El Cocodrilo', como es apodado Mnangagwa, ha hecho esfuerzos por recuperar la confianza de los inversores privados extranjeros, que deben desempeñar un papel crucial en la recuperación de la economía. Zimbabue experimentó hace una década una de las peores hiperinflaciones de la historia debido a las políticas de Mugabe y el país sigue pagando las consecuencias.

EXPROPIACIONES A GRANJEROS BLANCOS

La seguridad jurídica y la confianza de los empresarios y propietarios se desplomaron a la vez que la producción agrícola a partir del año 2000 en Zimbabue. Mugabe ordenó entonces la toma violenta de las tierras de miles de granjeros blancos, que tuvieron que abandonar el país.

Alguno de estos granjeros de origen europeo ha regresado a sus tierras desde que asumiera el cargo Mnangagwa, que protagonizó recientemente un acto en la capital, Harare, para lanzar un mensaje de hermandad y pedir el voto a la menguada comunidad blanca -en su mayoría de raíces británicas- que queda en Zimbabue.

TEMOR AL FRAUDE ELECTORAL

Pese a la mejora respecto a comicios pasados de las condiciones en que la oposición ha podido hacer campaña, numerosos observadores comparten los miedos del MDC a un fraude por parte del Gobierno, y la prestigiosa Human Rights Watch (HRW) ha denunciado casos de intimidación en las zonas rurales en el blog que ha creado expresamente para vigilar las elecciones.

El uso a favor de Mnangagwa de los medios de comunicación públicos y la presencia masiva de votantes muertos o duplicados en un censo electoral utilizado en el pasado para favorecer a ZANU-PF son otras de las preocupaciones de la oposición y los movimientos sociales.

Las señales de democratización y unidad de Mnangagwa han sido recibidas con escepticismo por las organizaciones proderechos humanos, que no olvidan su papel protagonista en la constante represión ejercida por Mugabe. Mnangagwa era ministro de la Seguridad del Estado en los años 80, cuando fuerzas de Mugabe -que pertenece como la mayor parte de la élite a la etnia shona- entrenadas por los norcoreanos masacraron a más de 20.000 zimbabuenses de la etnia minoritaria ndebele.