Como cada 8 de diciembre, Vila-real se tiñó ayer de azul y blanco para celebrar la fiesta litúrgica y universal de la Inmaculada Concepción, el día grande para miles de purisimeras, que vivieron una emocionante jornada en honor a su patrona.

A petición de las asociaciones locales, el área de Tradicions recuperó la festividad de la Puríssima del Poble, cuya imagen se conserva en el Museu del Pouet de la basílica de Sant Pasqual, desde donde se trasladó, a primera hora de la mañana, hasta la iglesia arciprestal para presidir la celebración religiosa, en cuyo recorrido estuvo arropada por numerosos fieles y portadores. Tras celebrar la eucaristía en honor a la patrona de España, acto al que no faltaron numerosos representantes municipales y vecinos, el templo acogió la procesión claustral. Más tarde, a las 17.30 horas, daba comienzo uno de los actos más tradicionales y emotivos, en especial, para las nuevas congregantes, como es la vestición de medallas, dentro de la celebración eucarística. Terminada la misa tuvo lugar la felicitación sabatina, novena y gozos, a los que siguió otro de los momentos más esperados del día para muchas familias, como es el paso de los niños por el manto y besamanos de la Purísima. Decenas de pequeños pasaron, por cuarto año, por el manto de la virgen, ante sus emocionados padres.

Para finalizar, el coro juvenil La Inmaculada interpretó la Serenata a la virgen, de Miguel Alepuz Penalba, que sirvió para despedir los actos con total solemnidad.

No obstante, la solidaridad fue y será hoy también una pieza clave, ya que quienes lo deseen pueden participar en la ofrenda de alimentos que la organización destinará a Cáritas. H