El Villarreal completó en Vallecas otro Lotinazo en toda regla. Una victoria sufrida y trabajada, con el plus añadido de suspense concedido al fallar una pena máxima una vez más. El equipo amarillo acabó defendiendo con uñas y dientes el 0-1 y conectando una contra mortal que finiquitaba la resistencia del Rayo. El descenso está ahora a seis puntos, pero la esperanza más grande es el cambio experimentado por un equipo que ha aprendido con Lotina a fajarse en el fango de la lucha por la permanencia con las mismas armas que sus rivales. El cambio en el banquillo ha sido un revulsivo importante y el Submarino ha vuelto a la vida.

Son los mismos, pero no parecen los mismos. El balón se soba menos, la transición defensa ataque es más rápida, la calidad sigue brillando porque sobran jugadores con talento, pero existe una mayor conciencia defensiva y se ha mejorado la competitividad. El partido de Vallecas era una prueba importante para evaluar si las nuevas ideas de Lotina habían calado hondo, porque delante se plantaba un equipo rocoso que juega cada balón con una intensidad máxima, el terreno de juego no se hallaba para demasiadas exquisiteces y las dimensiones tampoco eran las idóneas para un fútbol más talentoso como el del Villarreal.

Lotina continuó a lo suyo. Es amante de pocos cambios en el once y de ideas claras. La única novedad con respecto al equipo que sacó de sus casillas al líder de la Liga era la obligada presencia de Borja Valero acompañando a Senna y Bruno en ese trío de mediocentros, por delante del cual continuó Cani, con lo que Ángel dejaba la titularidad.

JOSÉ LUIS LIZARRAGA 26/03/2012

La lenta transición del balón desde el área amarilla y los riesgos para la canalización del juego pasaron a mejor vida. La velocidad de Nilmar pasó de ser una cualidad a un buen recurso para llegar con peligro a la portería rival con un balonazo lejano. Pero donde la transformación del Villarreal es más ostensible y la mejoría más visible es en las ayudas, coberturas y solidaridad defensiva. El repliegue cuando el Rayo tenía la posesión permitía no dejar ningún hueco y fulminaba la capacidad de sorpresa. El Villarreal apenas sufrió para conservar su portería a cero.

La posición de Cani y el dinamismo de Borja Valero fueron decisivos para el robo de un balón en el centro del campo del Rayo que acabó con un tiro del aragonés al larguero y el oportunismo de Marco Ruben, que adelantaba al Villarreal a los 29 minutos. La fisonomía del Submarino no varió lo más mínimo. El Villarreal sufría poco en defensa y ofrecía más alegría ofensiva partiendo de un planteamiento conservador. El Rayo no se sentía cómodo, porque le estaban aplicando su misma medicina.

Sandoval cambió las tornas al descanso. Dos cambios de golpe con la entrada de Tamudo y Lass, que perseguían un juego más desplegado sobre el área amarilla. Y la salida de los de Vallecas fue más nerviosa, asumiendo la posesión del balón y atacando a un rival replegado y aculado. Sin duda era un Villarreal distinto al habitual. Lotina reaccionó rápido y quitó uno de los dos puntas para fortificar la medular y acumular más ayudas para taponar las entradas de Lass. Los amarillos pasaron del 4-3-1-2 al 4-3-2-1.

El control rayista era absoluto, pero la gran ocasión llegó del bando amarillo, con un penalti señalado sobre Ruben. La maldición mantuvo su alargada mano y el argentino, no habitual en este tipo de lanzamientos, mandó el balón al cuerpo de Joel.

GOLPE DEFINITIVO // El Rayo disputó la mayor parte del tiempo en el medio campo amarillo. El bombeo sobre el área fue constante, pero en esta ocasión el dominio del juego aéreo fue absoluto por parte de Musacchio, Zapata, Bruno… Ni una concesión y detrás estaba súper López. Al estilo Lotina le faltaba un buen contragolpe para consolidarse. Y llegó en una acción bien trenzada por Martinuccio y Marco Ruben y ejecutada con un derechazo certero de Ángel. El 0-2 cerraba el partido y las angustias del Villarreal. El colchón es de seis puntos, todavía queda mucho camino, pero lo más esperanzador es el cambio de imagen del equipo.