Alrededor de 1.600 cofrades vistieron ayer a la Vilavella de solemnidad. Y es que 55 cofradías de la Diócesis Segorbe-Castellón representaron la Procesión Diocesana en el que es ya el acto más multitudinario que organiza Junta de Cofradías y Hermandades y un desfile de Semana Santa adelantado con una característica muy especial: La vivencia diocesana con un sinfín de modalidades diferentes, fruto del devenir de los municipios y las tradiciones, donde cada agrupación pone algo de su propia esencia en la representación más fiel del relato sagrado de la Pasión de Jesucristo.

A las 18.00 horas comenzaron a desfilar los cofrades. Dos horas tardaron en partir todas las entidades desde la parroquia de la Sagrada Familia de la Vilavella, municipio que acoge por segunda vez esta muestra viviente de la diversidad de la Semana Santa castellonense. De las cinco imágenes que salieron en la procesión, cabe destacar la del Cristo, una talla del siglo XIX adquirida por la familia Alba, que vela por su cuidado. Durante la guerra, una tía de la actual hermana mayor la escondió en su casa a riesgo de su vida. A lo largo de unos bombardeos, un obús destruyó una buena parte del edificio, pero ella y la imagen salieron milagrosamente ilesos. El Cristo solo tuvo unos rasguños en el muslo derecho y la rodilla izquierda que, actualmente, se conservan como recuerdo de aquella gracia.

Cerró la comitiva el obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón, Casimiro López; acompañado del párroco de la Vilavella, Ignasi del Villar; así como los presidentes de las agrupaciones participantes, con el alcalde del municipio, José Luis Jarque; y la banda de música de la localidad que tocó con maestría piezas de estas fechas.

Las cofradías de Castellón vinculan a 12.000 personas, siendo el colectivo diocesano más numeroso. Su labor evangelizadora se despliega dentro y fuera recordando así la importancia de la fe. H