No cabía un alfiler en la plaza. Lleno hasta la bandera. Un entradón que supone la resurrección de la Feria de la Magdalena. La consolidación de una apuesta por las figuras que es, al fin y a la postre, los que tiran del gran público. Que las figuras, lo son por algo. Hacía años que no se respiraba un ambiente así, que la viejuna plaza no lucía sus mejores galas. No se notó para nada la baja de Roca Rey, a pesar de la posibilidad de devolver entradas. Algunos mal aficionados fueron a taquillas a que les devolvieran el dinero. Y no saben que le hicieron un gran favor a los que fueron a comprar a última hora. Ahora mismo, estarán arrepintiéndose de no haber sido testigos de una tarde para el recuerdo porque corridas así, crean afición. De las que no se olvidan.

Y si protagonistas fueron los tres toreros, no menos la ganadería. Trece años hacía que no lidiaba en Castellón Garcigrande. Esta afición se había perdido hasta ahora, el mejor momento de la divisa salmantina. Ayer fue la mejor materia prima para el triunfo. Salvo el primero de la tarde, al que ni ‘El Juli’ fue capaz de hacerlo embestir, el resto tuvo más que posibilidades. Todos se vinieron arriba en la faena de muleta, y sacaron clase, mucha clase. Hasta el manso cuarto le sirvió a El Juli para cuajar una de sus mejores faenas en esta plaza, que no ha sido pocas. Corrida por tanto importante.

PASIÓN TALAVANTISTA // Lo mejor de la tarde llegó al final. Inconmensurable Talavante en Castellón. Por fin entró en el corazón de esta afición con una faena para el recuerdo con un buen toro de Garcigrande, quizá el mejor del festejo. Una obra repleta de magia, inspiración y variedad, rotunda de principio a fin. Ni un pero, ni un paso atrás, ni un enganchón. Tras un inicio con estatuarios, se echó la muleta a la zurda, con la verdad por delante y comenzó una sinfonía de naturales largos, de muñeca suelta y muleta airosa. Estupendo el embroque, la manera de enganchar adelante y llevarse al toro atrás, rompiéndolo con esa cintura privilegiada de Talavante. La sutileza en los toques, la búsqueda de la despaciosidad... Preciosos los inicios, ora con un afarolado invertido, ora con un pase de las flores para iniciar las series. Sobre la diestra se hizo presente el toreo desmayado, caído de hombros, y abrochado con la arrucina. Esa naturalidad joselitista que tanto encandila a Alejandro, admirador del toreo de José Miguel Arroyo. Final de bernadinas, con un cambio de mano que pareció infinito, largo, hondo y a cámara lenta, abrochado con el de pecho. La faena estaba hecha. Montó la espada y dejó una estocada arriba. Las dos orejas. Unanimidad en el tendido y en palco. Ni una duda al respecto.

El tercero de la tarde arrolló a Talavante al hacerle un extraño mientras lo llevaba al caballo y en el desconcierto, se llevó también a Juli por delante y a punto estuvo de hacer lo mismo con Castella. Quite por gaoneras del extremeño, en un claro gesto de valor y dominio. En la muleta el toro galopó con muy buen son y repitió por abajo a la pañosa de un Talavante que toreó muy despacio y templado, sobre todo con la izquierda, por donde dejó algún natural largo y de entidad. Una mala caída del toro de la que tardó en levantarse interrumpió el buen tono de la faena, que hasta ese momento, se vivió con emoción en los tendidos. Mató de pinchazo y estocada, por lo que no tocó pelo.

El Juli puso la plaza en pie frente al cuarto. Un manicomio. El madrileño desplegó todo su arsenal técnico y poderoso frente a un toro manso de solemnidad en los primeros tercios al que acabó sujetando en la muleta y cuajándole una gran faena. Salió el toro muy abanto desentendiéndose de los capotes. De tercio a tercio iba provocando el desconcierto en banderillas. Bien Soler con los palos aprovechando las querencias y el viaje del animal. Llegó el último tercio y Juli obró el milagro. Soberbio el torero, toda una lección magistral de cómo lidiar un manso. La muleta siempre por delante, ganando la acción, los terrenos, las alturas… y surgió el toreo roto y despatarrado. Muy entregado el torero al final, con unas luquecinas que enloquecieron. Mató de pinchazo hondo y descabello cortando una oreja. Era de dos.

Tuvo que luchar el madrileño en primer lugar con un fuerte viento y con la falta de raza del que abrió plaza. Lo intentó sin poder alcanzar el lucimiento.

Al segundo de la tarde lo protestó el público fervorosamente, tras quedarse aplomado después de un fuerte puyazo. Se impacientaron. Pero se vino el toro arriba y se creció en la muleta. Buen toro. Comenzó embistiendo con celo, por abajo y enrazado. Pero mejor embistió cuando Castella se echó la muleta a la izquierda. Surgieron entonces naturales de buen trazo, con el de Domingo Hernández embistiendo a cámara lenta, con calidad. Hubo estocada y descabello y no le pidieron la oreja con fuerza.

OREJA CON POLÉMICA // El quinto fue un buen toro de Garcigrande. Tuvo dulzura y calidad en su embestida, sobre todo fijeza. Castella, que hoy sustituía a Roca Rey, salió con ambición a conseguir su segunda puerta grande consecutiva y eso se notó en su actitud. Faena templada del francés, que acortó distancias y se metió entre los pitones del animal en un final de faena de gran calado en la gente. Abrochó con bernadinas antes de matar de una buena estocada arriba algo trasera. Oreja con fuerte petición de la segunda. Se enfadó Castella, que tiró el apéndice y dio la vuelta al ruedo sin la oreja. Detalle de mal gusto.