Un año más, Castellón escribirá su historia festiva enmarcada en una semana grande cuya base será recordar y rememorar sus orígenes: históricos y cristianos. Como marca la tradición será el tercer domingo de Cuaresma cuando los castellonenses marcharán en romería a la ermita del Castell Vell, la de la Magdalena. De esta forma revivirán ese traslado que sucedió desde la montaña a la llanura y que ahora conforma la ciudad del Castellón que conocemos. Y por otra celebrarán el sentido religioso-penitencial que recuerda los orígenes de aquellos primeros cristianos que llevaron a la práctica su primera rogativa en 1375.

En un momento de gran escasez de lluvias y por consiguiente de sequías y peste que les llevó a caminar para aclamarse a la Providencia. Hablar de las razones históricas y religiosas de la romería supone hablar de colectividad. De un grupo de individuos a los que les une una relación o persiguen un mismo fin. En este caso, el camino hacia una meta para celebrar o rememorar unos orígenes que nos conforman e identifican como pueblo.

Es un camino, el de la Magdalena, como el de la propia vida, que debemos recorrer con sus más y sus menos. Con sus facilidades pero también con sus tropiezos y dificultades. Sabiendo que unos ayudarán a que ese camino sea más llevadero y otros harán lo posible para poner más obstáculos de los que nunca hubiéramos podido imaginar. Habrá quienes harán ese camino andando y otros lo harán corriendo o incluso buscando atajos para llegar cuanto antes. Otros se pararán para contemplar el paisaje que para otros pasará totalmente desapercibido. No podremos tampoco olvidar a quienes harán en soledad el trayecto o a quienes acompañados por grupos de amigos o familias llegarán a su destino. Lo importante, al final. será caminar, seguir avanzando sin parar.

Un gesto simbólico

Pues bien, esta metáfora de la vida humana es perfectamente aplicable a la Romeria de la Magdalena, donde miles de romeros van en camino. Un gesto el de caminar muy simbólico para la fe cristiana porque ante todo expresa disponibilidad, decisión y búsqueda de algo o de alguien que sale de una situación y quiere llegar a otra.

Para un cristiano esa búsqueda se resumirá en alcanzar la conversión personal. Por eso no será casualidad que en el camino de la romería brille con especial dedicación la figura bíblica de María Magdalena, cuya imagen alberga la ermita. Precisamente en la tradición cristiana ella ha sido ante todo el icono ejemplar de la pecadora arrepentida y santificada. De la mujer convertida que cambió su vida de frustración y sin sentido por una vida de seguimiento a Jesús. Hizo en su historia de vida un gesto de penitencia, para cambiarla desechando un pasado que no le hacía feliz.

Y eso quiere ser también esta Romeria a la Magdalena. Una nueva oportunidad para eliminar de nuestro camino -como hizo ésta pecadora-- el equipaje que nos sobra. Lo que nos impide seguir avanzando en el auténtico camino de la vida cristiana. Una clara alusión a su conversión fue siempre mostrada en las imágenes que la representaban.

Antes de su arrepentimiento se la esculpía o dibujaba como una cortesana seductora, engalanada y maquillada. Tras su penitencia, se la presentó por el contrario como una mujer pobre, menesterosa y simplemente vestida con sus cabellos. Enfatizando, precisamente, ese momento de cambio de vida personal era mostrada con lágrimas corriendo por sus mejillas. Aunque la tradición también la ha representado con cabellos largos y despeinados, junto a una calavera, una corona de espinas, un espejo o un frasco de perfume. Alusiones todas -repito- a su antigua vida de pecado o a la conversión.

En definitiva, el camino hacia la Magdalena (repleto como ya he dicho de metáforas que nos recuerdan nuestra propia vida) es y será el trayecto que muchas civilizaciones, a lo largo de la historia de la humanidad, han seguido en busca de su identidad colectiva o espiritual. Es la búsqueda de lo común.

El encuentro con el otro

Pero también el encuentro con el otro, y por supuesto, con lo más trascendental. Ya decía una gran novelista que «caminar era una oportunidad para la contemplación». Pues ojalá ese camino que miles de personas recorrerán una vez más hasta la montaña de sus orígenes no se convierta sólo en una mera excursión para los charlatanes sino en un auténtico encuentro personal con lo trascendental, con el otro y con uno mismo. Para que la Romeria a la Magdalena sea «un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, es esbozo de un sendero», como elegantemente también pronunciaba un escritor.