Cada vez que acudo a los rejones me viene a la memoria los versos de Celaya: «Galopa caballo cuatralbo / jinete del pueblo / caballo de espuma», porque estos son los verdaderos jinetes del pueblo, los héroes de los amantes del caballo que quiebran la tragedia con total naturalidad. Es cierto y constatable que el toreo a caballo tiene muchos matices similares al toreo a pie: el temple, la emoción y, sobre todo, el coprotagonista, aunque en este caso el toro pasa muchas veces a un segundo plano. Pero los rejones no dejan de ser un espectáculo en sí mismos, con particularidades suficientes para ser un evento singular, único y magnífico. La fiesta del caballo.

Si algo tiene a mi modo de ver que destacarse, al margen del resultado del festejo -eso ya lo cuenta mi compañero de página que sabe de esto más que yo- es el hecho de que quien abre cartel es una mujer y, además, francesa. Son dos aspectos importantísimos porque de ambas cosas anda el toreo escaso y son tremendamente necesarias.

Llevamos años en los que las mujeres han comenzado, de manera puntual, a meter la cabeza en los carteles, pero de forma tan escasa que su presencia sigue siendo una anécdota, cuando debería ser lo más natural. Cada vez es más habitual ver chicas en las escuelas taurinas y mi esperanza es que su presencia en los carteles sea también algo natural y solo destacable por la importancia de cada una y no por su condición.

Por otra parte, Francia merece muchos más toreros, ya sean a caballo o a pie, anunciados en las principales ferias. Cuesta entender que un país con más de treinta plazas y ferias que para nosotros quisiéramos cuente apenas con un par de figuras a pie y esta joven rejoneadora. Por suerte, esta semana os tenemos aquí a los tres.