Cor de la Ciutat huele a tradición, al Castellón de toda la vida que hunde sus raíces en el tiempo y que vive con pasión su día a día y, por encima de todo, la semana de la Magdalena. Tradición porque en el sector 7, ubicado en la plaza Cardona Vives y adyacentes, se encuentran algunos de los monumentos más importantes de toda la capital de la Plana. Eso imprime a sus calles un carácter distintivo, y obliga a sus habitantes a conservar la esencia de esa ciudad tradicional que al mismo tiempo, y sin que sea contradictorio, no renuncia a ser punto de encuentro de toda la provincia desde sus calles más comerciales.

Ahí están el Ayuntamiento, la Llotja del Cànem o el Fadrí, esa gran torre visible desde prácticamente todos los puntos del término municipal que es una referencia para los vecinos desde hace más de 400 años. Este recorrido por el casco antiguo de Castellón que son las calles del sector 7 tiene su otra ubicación imprescindible en la concatedral de Santa María. Se trata de una iglesia muy especial para la gaiata que preside Manuel Jesús López Palomino, pues uno de los actos más especiales es la ofrenda que los miembros de la comisión realizan a la Mare de Déu de Lledó, partiendo desde el sector y llegando al edificio eclesiástico, ubicado en el centro neurálgico de la ciudad.

Cor de la Ciutat es sinónimo de casco histórico, de un Castellón de tintes medievales. Y ese pasado es también el de la mezcla de culturas, pues en estas calles también se situaban los templos sagrados de las otras dos culturas que convivieron durante siglos en la Plana: la mezquita musulmana y la sinagoga judía.

De ese pasado saca sus fuerzas la gaiata, que en los últimos años ha recuperado su esplendor y es ya una de las comisiones más importantes, tras pasar por malos momentos el año 2004. Ahora, el reto es mantener el espíritu tradicional y compaginarlo con la tarea de acogida de los visitantes en una zona que se ha convertido en uno de los puntos neurálgicos de la Magdalena.