La Romeria de la Magdalena, declarada bien de interés cultural (BIC), es, sobre todo, un compendio de rituales y protocolos que ayer también volvieron a repetirse desde la misma salida en la plaza Mayor, y como se ha ido haciendo desde siglos pretéritos. Una estructura de peregrinación que se recoge detalladamente en la consueta de la misma, recuperada en 1989 y actualizada a la liturgia vigente del Concilio Vaticano II que, entre otras cosas, dictaminan la separación de Iglesia-Estado.

Unas reglas que especifican el hecho de que es el Ayuntamiento el que espera al clero a que salga de la concatedral para después iniciar la rogativa.

La parada inicial se realizó en el Primer Molí, donde el preste que lleva la reliquia cambió su capa pluvial. Tras ello, la peregrinación continuó a través de la huerta castellonense hasta la ermita de Sant Roc, donde los peregrinos almorzaron y rememorando la tradicional frase de en Sant Roc de Canet, figa i doset.

En el oratorio de la partida de Cap, los participantes en la romería pudieron entrar en el pequeño templo para disponerse a voltear la campana. Tras este descanso, los participantes de esta peregrinación siguieron el camino en una ruta llena de capillas penitenciales delante de las cuales la representación eclesiástica se detenía para rezar.

EL OBISPO // Ya en el cerro de la Magdalena, el obispo de la diócesis, Casimiro López, presidió una eucaristía de acción de gracias a la que se sumaron parte de la corporación municipal y las representaciones femeninas de las fiestas. Por otro lado, y en una tradición plenamente recuperada, los graueros realizaron su particular romería por el camino de la Pedrera y que se juntó con la rogativa oficial cerca del paraje de Sant Roc de Canet.