Dicen que los toreros están hechos de una pasta especial. Y lo están. Sirva como ejemplo Juan José Padilla. Casi 40 cornadas en su cuerpo, muchas de ellas a punto estuvieron de sesgar su vida. En el recuerdo está todavía aquella tarde trágica de Zaragoza que le ha dejado marcado de por vida y que con tanto orgullo muestra a través de un parche que es todo un símbolo de la gallardía de este hombre. El pasado domingo, un toro le hirió de gravedad en València. Una cornada le atravesó el muslo, la otra le entró por debajo de la axila hacia el tórax rozando el corazón. «Dios nos ayuda», aseguraba a Mediterráneo días atrás. Desde entonces, comenzaba una lucha inhumana por recuperarse. Se marcó un objetivo, reaparecer en Castellón, y, contra todo pronóstico, lo va a hacer. Increíble pero cierto.

«Pasión, entrega, amor, compromiso... llámalo como quieras pero hoy por hoy soy un hombre feliz», afirma el torero, que este fin de semana abandonó el hospital de València donde permanecía ingresado para viajar directamente a Castellón. Cinco días ha estado ingresado el diestro jerezano. El proceso de recuperación ha sido satisfactorio y las heridas sanan bien. A pesar de los grandes destrozos musculares, no ha habido arterias importantes afectadas. El torero no ha tenido fiebre y eso le ha ayudado en su recuperación, además de que Juan José posee un aspecto físico inmejorable, a la altura de cualquier deportista de élite. Este domingo toreará todavía con los puntos de sutura. Los galenos tienen miedo a que un sobreesfuerzo pueda abrir las heridas.

QUERÍA ESTAR EN CASTELLÓN // La moral y las ganas por recuperarse fueron tales, que el mismo domingo, pocas horas después de ser operado, intervenía en directo en el programa de la Cadena Ser Los Toros de Manolo Molés, donde es colaborador semanal desde hace años. Allí confirmó su ilusión de estar recuperado para torear en Castellón. Nadie podía imaginar que aquellas palabras eran sinceras y que llevaban inmersas el mensaje que el torero lleva como lema en su vida: «El sacrificio es parte de la gloria».

Tres días después, el torero pidió a su mozo de espadas un capote y una muleta para torear en la habitación. Tenía la necesidad de volver a sentir en la yema de sus dedos los avíos. Con una mano sujetaba los goteros, con la otra, la muleta. Su habitación de la Casa de la Salud de València se convertía en un ruedo imaginario. Las propias enfermeras quedaban ojipláticas ante la voluntad de este ciclón. Una fuerza que hizo transmitir a los galenos, que daban el visto bueno para que cumpliera su sueño: reaparecer en la Magdalena.

INSISTENCIA // El viernes se probó de verdad con el toreo de salón. El novillero valenciano Cristian Climent fue de obligada visita y ante la insistencia del maestro, tuvo que embestirle en los mismos pasillos del hospital. Curiosos, pacientes y los de la bata blanca miraban incrédulos que aquel Ecce-Homo quisiera volver a enfrentarse a los toros de Fuente Ymbro, apenas siete días después de sufrir en sus carnes la cruz de esta fiesta. Padilla se vio en condiciones. «¡Puedo!», dijo. Y abandonó el hospital camino de Castellón. Hoy estará en Magdalena. Se le recibirá como se merece.