La luz en Rafalafena. También en este barrio de la ciudad turquesa y naranja se vive con intensidad la Magdalena. Porque Rafalafena es Castellón en el origen de la huerta floreciente y el fruto dorado de naranjos al sol, que conformaron los siglos de evolución urbana y constante.

Y es que el que sería primer avance de desarrollo urbano gigantesco (tras los primeros ensanches) de la ciudad, en los años 70 del pasado siglo --en la partida rural de Rafalafena con anclajes de arabescos y leyendas-- tenía que tener también su gaiata, su luz magdalenera, su esencia de Castellón eterno con ese recuerdo de la huerta y un pasado agrícola que dejó su sello en la memoria histórica el pueblo.

Rafalafena con sus calles y plazas que han ido configurando la personalidad rampante de un trozo de Castellón que camina hacia el mar. Calles como Villavieja, Rafalafena, paseo de la Amistad, Moncofa, Columbretes... y con singulares edificios, caso de la Biblioteca Pública Rafalafena, hacen que no se puede entender la historia del Castellón del siglo XX sin tener en cuenta a este kilométrico espacio urbano castellonense.

Un barrio que tiene como centro espiritual la parroquia de Santo Tomás Villanueva, una sede parroquial de la Iglesia católica de moderno diseño y amplias cristaleras, que fue gestionada por los padres Agustinos, que todavía regentan la entrañable iglesia de San Agustín en la calle Mayor, y después por la propia diócesis de Segorbe-Castellón y sus sacerdotes diocesanos en la siempre fructífera labor de predicar la palabra de Dios.

Rafalafena tiene también un flamante centro de salud, un buen número de tiendas y cafeterías y sus terrazas, y la comandancia de la Guardia Civil se adueña del skyline del barrio como testimonio de fidelidad y homenaje de la ciudad de Castellón al instituto armado con ese Todo por la patria contundente y valeroso que refleja toda una filosofía de unidad de la nación, ahora mismo cuestionada.