Desde la ermita de la Magdalena, y tras una mañana intensa, partió la comitiva de peregrinos y autoridades, de vuelta a la ciudad, en un tercer Domingo de Cuaresma cargado de simbolismo religioso. La emblemática Tornà de la Romeria, con un reguero de peregrinos portando la canya, realizó distintas paradas, rumbo al corazón de la capital de la Plana.

Uno de los primeros estops recaló en Sant Roc de Canet, donde los recibió el ermitaño, al frente de la colla El Pixaví. Por supuesto, no faltó el emotivo Canto de Els Gojos, la dansà popular y el reparto de rotllets, con la inestimable colaboración de Pixaví.

Seguidamente, continuando la ruta de fervor, los distintos peregrinos magdaleneros se detuvieron en el convento de las Carmelitas Descalzas de San José, cantando Els Gojos. Sobre las seis de la tarde, la Tornà llegó a otro punto emblemático, la basílica del Lledó, y allí se desarrolló la recepción por parte del prior basilical y de la Real Cofradía. Y de nuevo, Els Gojos y la Salve.

Al no poderse disparar la mascletà en la Magdalena, por seguridad medioambiental, sí se aprovechó la Tornà para dar vistosidad al acto con cohetes. Así, al paso de los romeros en los alrededores de la calle Santa Rosa Molas, se lanzó una mascletà aérea, a cargo de Pirotecnia Peñarroja, de la Vall d’Uixó. Y por fin, la majestuosa entrada de la Tornà de la Romeria de la Magdalena en el Forn del Pla, con los vehículos y carros engalanados encabezando la marcha.

DEVOCIÓN EN LA SANGRE / Y esperando a los romeros, en la explanada y frente a la capelleta, la Cofradía de la Sangre, con los tres clavarios --el licenciado Antonio, el labrador Manolo y el industrial, Juanjo--, portando la Cruz del Cristo crucificado, esculpida por Juan Bautista Adsuara en 1941. Entre el público, se repartió un tríptico informativo: ¿Una procesión de penitentes la noche de la Magdalena?, sobre las claves para interpretar este cúmulo de tradiciones festivas y religiosas.

Tras las salvas de la guardia rural, y ante las autoridades, como cada tercer Domingo de Cuaresma, se desarrollaron les Tres Caigudes. Tres reverencias a Dios, con tres genuflexiones, encarnadas por los cuatro pequeños, elegidos para recrear esta escena religiosa: Adriana Tena Soria, de 9 años, que representó a la Virgen María; Lledó Nebot Fabregat, de 7 años, a María Magdalena; Laura Gil Pallarés, de 5 años, a María de Cleofás; y Carlos Martínez Safont, de 9 años, a San Juan. Así, con soltura e inocencia, dieron vida a la tradición, ante la alcaldesa, Amparo Marco; la reina de las fiestas de la Magdalena, Estefanía Climent; así como el obispo de la diócesis de Segorbe-Castellón, Casimiro López.

Finalizadas les Tres Caigudes, arrancó de nuevo la Tornà, con la Procesión de Penitentes, compartiendo recorrido con la banda de música y los miembros de la corporación municipal de Castellón, en dirección al centro, por el recorrido de costumbre, hasta la céntrica avenida del Rey.