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Existe un axioma en el toreo, y como axioma se cumple siempre, según el cual en cuanto aparecen las figuras desaparece el toro. Es como la segunda Ley de la Termodinámica. O como la Ley de los Gases Perfectos. Para el axioma del toreo todavía no hay una fórmula matemática que describa el fenómeno físico en cuestión. Todavía no existe la Ley del Toro Escaso. Pero todo llegará. Los estudiosos de la física y de la estadística pronto darán con la ecuación que permita predecir el tamaño del toro en función de la calidad del cartel de matadores.

El fenómeno se comenzó a experimentar el miércoles, con los jandillitas, y se siguió observando ayer, con los zalduenditos, que además de mal presentados, no tuvieron ni fuerzas ni casta. Exigencias de las figuras. Y la falta de fuerzas y de casta, precisamente, dieron al traste, con el cartel más rematado de la Feria, del que solo pudo destacar el extremeño Miguel Ángel Perera, que presentó su firme candidatura a figura del toreo.

Perera recibió a su primer novillo-toro con un manojo de verónicas a pies juntos rematadas con una media personal, y después de cambiar el tercio, literalmente, sin picar al toro, ejecutó tres muletazos cambiados por la espalda, plantado en los medios, pasándose los pitones a milímetros de la taleguilla, bien rematados con un largo pase de pecho, y generando un buen alboroto. El torero enlazó las series de redondos dando mucha distancia al animal y, cuando realizó un cambio de manos por la espalda para torear al natural, aquello levantó el vuelo. Interpretó una serie de cinco naturales toreando con verdad, con largura, embarcando la embestida del animal en la panza de la muleta, llevando la trayectoria del novillo-toro con la mano muy baja. Si bien el resto de series surgieron más enganchadas, Perera mantuvo la compostura y el reposo, excepto en un feo circular abrazado a los costillares.

En el que cerró el festejo, al que desorejó, destacó en un quite por gaoneras rematadas por varias largas, así como en el comienzo de faena de muleta, que prologó con ocho muletazos por alto sin enmendar la posición, fijas las plantas de los pies en la arena. Después, se plantó en los medios, sin más preámbulos, para ponerse a torear con la misma intensidad que en la primera de sus faenas, por bajo y por derecho. Engarzó los muletazos dando un argumento a cada una de las tandas, quedándose muy bien colocado entre muletazos. El toro, el de mejor condición del encierro, se rajó pronto, por lo que Perera se lió a pegar muletazos por arriba en el tercio, sin obligar demasiado al toro para que no acabara cantando la gallina. El final de la faena, de menos calidad pero más efectismo, manoletinas incluidas, dejó el ambiente predispuesto para las dos orejas, premio quizás generoso, pero que hacen que Miguel Ángel Perera se sitúe bien colocado en el arranque de la temporada española.